jueves, 13 de junio de 2013

¿Para qué tantos golpes de pecho con un corazón seco de amor?

¡Amor y paz!

¿Habrase visto algo más contradictorio y paradójico que alguien participe en la Eucaristía con el corazón lleno de odio y resentimiento? ¿Y cómo participar bien sin comulgar? Es como ir a un banquete y rehusar la comida.  Pero si hemos de celebrar la Eucaristía, debemos estar bien preparados. Jesús nos dice hoy: “si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda”.

El significado del quinto mandamiento divulgado a través de Moisés se había circunscrito a ‘No matar’, pero no solo peca el que mata. Se peca por acción (insultar, ofender, desacreditar, deshonrar), pero también por omisión (no amar, excluir, ignorar, no comprender). 

Así las cosas, San Pablo advirtió a los Corintios: “El que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente, peca contra el cuerpo y la sangre del Señor  (1 Cor 11.27).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la X Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 5,20-26. 
Yo se lo digo: si no se proponen algo más perfecto que lo de los fariseos, o de los maestros de la Ley, ustedes no pueden entrar en el Reino de los Cielos. Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio.» Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno. Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda. Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias, que te encerrarán en la cárcel? En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último centavo.
Comentario

a) «Pero yo os digo». Jesús, con la autoridad del profeta definitivo enviado por Dios, y sirviéndose de antítesis muy claras, sigue comparando las actitudes del AT y mostrando que ahora deben ser perfeccionadas: «Si no sois mejores que los letrados y los fariseos...».

Hoy trata el tema de la caridad fraterna (¿cuántas veces sale la palabra «hermano»?). Si el AT decía, con razón, «no matarás», el seguidor de Cristo tiene que ir mucho más allá.

Tiene que evitar estar peleado con su hermano o insultarle. Parece una paradoja que Jesús, comparando «culto a Dios» y «reconciliación con el hermano», dé prioridad a la reconciliación con el hermano. Después podremos traer la ofrenda al altar.

b) Preguntémonos hoy cómo van nuestras relaciones con los hermanos, con las personas con quienes convivimos. Naturalmente, no llegaremos a sentimientos asesinos («yo no mato ni robo»). Pero ¿existen en nosotros el rencor, la ira, las palabras insultantes, la maledicencia, la indiferencia?

Jesús quiere que cuidemos nuestras actitudes interiores, que es de donde 
proceden los actos externos. Si tenemos mala disposición para con una persona, es inútil que queramos corregir las palabras o los gestos: tenemos que ir a la raíz, a la actitud misma, y corregirla.

Antes de comulgar con Cristo, en la misa hacemos el gesto de que queremos estar en comunión con el hermano. El «daos fraternalmente la paz» no apunta sólo a un gesto para ese momento, sino a un compromiso para toda la jornada: ser obradores de paz, tratar bien a todos, callar en el momento oportuno, decir palabras de ánimo, saludar también al que no me saluda, saber perdonar. Son las actitudes que, según Jesús, caracterizan a su verdadero seguidor. Las que al final, decidirán nuestro destino: «tuve hambre y me diste de comer, estaba enfermo y me visitaste».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 23-26