jueves, 2 de mayo de 2013

Cumplamos los mandamientos y estaremos alegres

¡Amor y paz!

Todos estamos llamados a la santidad y la mejor manera de llegar a ella es cumpliendo los mandamientos. Pero cumplir los mandamientos no tiene por qué entristecernos. San Francisco de Sales decía que “Un santo triste es un triste santo”. 

Evidentemente, la lectura del Evangelio nos hará concluir hoy que la alegría y la felicidad plenas las podemos alcanzar sólo si cumplimos los mandamientos, especialmente el principal, el del amor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 5ª. Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 15,9-11. 
Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa.
Comentario

“Dios ama al que da con alegría”, dice San Pablo (2 Cor 9,7) El mejor medio para manifestar nuestro agradecimiento a Dios y a los demás, es aceptarlo todo con alegría. Un corazón alegre es el resultado lógico de un corazón ardiente en amor. Los pobres se sentían atraídos por Jesús porque en él habitaba algo mayor que él, irradiaba esta fuerza a través de sus ojos, sus manos, por todo su cuerpo. Todo su ser manifestaba la entrega de sí mismo a Dios y a los humanos.

    ¡Que nada nos pueda preocupar de tal modo que nos llene de tristeza y de desánimo, que nos quite el gozo de la resurrección! La alegría no es una simple cuestión de temperamento cuando se trata de servir a Dios y a las almas; exige siempre un esfuerzo. Esto es una razón más para intentar adquirirla y hacerla crecer en nuestros corazones. Incluso, si tenemos poco para compartir, siempre nos quedará la alegría que nace de un corazón enamorado de Dios.

    Por todas partes del mundo, la gente está sedienta y hambrienta del amor de Dios. Nosotros respondemos a esta necesidad cuando sembramos la alegría. Es una de las mejores fortalezas contra la tentación. Jesús puede tomar plena posesión de un alma que se abandona en él con alegría.   

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
No hay alegría más grande, p. 33
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