jueves, 7 de marzo de 2013

El que no recoge con Jesús, desparrama



¡Amor y paz!

Por estos días pululan quienes tratan de engañar, de mezclar verdades con mentiras, o de presentar verdades a medias. Lo peor es que son medios que se han ganado la confianza de sus lectores, cibernautas, televidentes y oyentes y entonces estos no tienen manera de discernir entre lo que es cierto y lo que no.

Me refiero a la extraordinaria situación de Sede Vacante en que está la Iglesia Católica  y concretamente el Papado, a raíz de la renuncia de Benedicto XVI. Se especula, entonces, sobre las razones de la dimisión, y se hacen conjeturas sobre lo que digan u omitan decir los cardenales, antes de la elección del nuevo sucesor del apóstol Pedro. No es desde la óptica de la fe sino desde la del mundo como se hacen ciertas lecturas.

El Evangelio nos relata hoy cómo la muchedumbre pone en duda el origen y motivos de las acciones de Jesús y cómo le exigen signos que vinieran del cielo. El Señor devela sus verdaderas intenciones y les dice: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 3ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 11,14-23.

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.

 Comentario

Quienes nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás, leales y fieles: la infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad es una virtud indispensable en la vida personal y social.

I. En el Evangelio vemos a Jesús que cura a un endemoniado que era mudo (Lucas 11, 14; Mateo 9, 32-33). La enfermedad, un mal físico normalmente sin relación con el pecado, es un símbolo del estado en el que se encuentra el hombre pecador; espiritualmente es ciego, sordo paralítico... Cuando en la oración personal no hablamos al Señor de nuestras miserias y no le suplicamos que las cure, o cuando no exponemos esas miserias nuestras en la dirección espiritual, cuando callamos porque la soberbia ha cerrado nuestros labios, la enfermedad se convierte prácticamente en incurable. El no hablar del daño que sufre el alma suele ir acompañado del no escuchar: el alma se vuelve sorda a los requerimientos de Dios, se rechazan los argumentos y las razones que podrían dar luz para retornar al buen camino.

II. Para vivir una vida auténticamente humana, hemos de amar mucho la verdad, que es, en cierto modo, algo sagrado que requiere ser tratado con amor y respeto. El Señor ama tanto esta virtud que declaró de Sí mismo: Yo soy la verdad (Juan 14, 6), mientras que el diablo es mentiroso y padre de la mentira (Juan 8, 44), todo lo que promete es falsedad. No podremos ser buenos cristianos si no hay sinceridad con nosotros mismos, con Dios y con los demás. A los hombres nos da miedo, a veces, la verdad porque es exigente y comprometida. Existe la tentación de emplear el disimulo, la verdad a medias, la mentira misma, a cambiar el nombre a los hechos. Para ser sinceros, el primer medio que hemos de emplear es la oración: es segundo lugar, el examen de conciencia diario, breve, pero eficaz, para conocernos. Después, la dirección espiritual y la Confesión, abriendo de verdad el alma, diciendo toda la verdad. Si rechazamos el demonio mudo tendremos alegría y paz en el alma.

III. Quienes nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás, leales y fieles: la infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad es una virtud indispensable en la vida personal y social. Sobre ella descansan el matrimonio, los contratos, la actuación de los gobernantes. El amor a la verdad nos llevará a rectificar, si nos hubiéramos equivocado; a no formarnos juicios precipitados; a buscar información objetiva, veraz y con criterio. Entonces se hará realidad la promesa de Jesús: La verdad os hará libres (Juan 8, 32).

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre