jueves, 31 de octubre de 2013

¡Miremos cuánto amor nos ha tenido Cristo!

¡Amor y paz!

En este texto es, por parte de Jesús, todo ternura, cercanía, amor para con el pueblo, la tradición y la elección de Israel y Jerusalén. Pero, al mismo tiempo, es terrible diatriba contra los ‘zorros’ que engañan u ocultan y silencian la verdad (Dominicos 2002).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XXX Semana del Tiempo Ordinario.

Una invitación muy comedida: hoy no celebremos la 'Noche de Brujas' ni el 'Halloween', sino la 'Noche de los Niños'. Despojemos a esta celebración de su connotación pagana y démosle un sentido cristiano, en la víspera del Día de Todos los Santos.

Dios los bendiga.,..

Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte". Él les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizó curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
Comentario

Jesús tiene una conciencia clara de la Misión que el Padre Dios le ha confiado: salvar a la humanidad y llevarla de retorno a la casa paterna, no en calidad de siervos, sino de hijos en el Hijo. Y nadie le impedirá cumplir con la voluntad de su Padre. Dios, efectivamente, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Él, a pesar de nuestras rebeldías, no sólo nos llama a la conversión, sino que nos da muchos signos de su ternura para con nosotros; jamás se comporta como juez, sino siempre como un Padre-Madre amoroso, cercano a nosotros y amándonos hasta el extremo. Ojalá y algún día no sea demasiado tarde cuando, terminada nuestro peregrinar por este mundo, tengamos que juzgar nuestra vida confrontándola con el amor que el Señor nos ha tenido y salgamos reprobados; y nuestra casa, nuestra herencia, la que nos corresponde en la eternidad, quede desierta por no poder tomar posesión de ella a causa de nuestra rebeldía al amor de Dios.

Miremos cuánto amor nos ha tenido el Señor. Él, con sinceridad, ha dicho: todo está cumplido. La Misión que el Padre Dios le confió fue cumplida con un amor fiel a Dios y al hombre. Este Memorial de su Pascua que celebramos con la Eucaristía nos lo recuerda. Pero nos lo recuerda no sólo para que lo admiremos, sino para que sepamos cuál es el camino que hemos de seguir quienes creemos en Él. Hacernos uno con el Señor en una Alianza nueva y eterna que nos lleva a entregar nuestra vida, a derramar nuestra sangre no por actitudes enfermizas ni masoquistas, sino porque, al amar a nuestro prójimo y al verlo hundido en el pecado y en una diversidad de signos de muerte, vamos en su búsqueda para ayudarle, con mucho amor, a volver a la casa paterna; con amor, con el mismo y en la misma forma en que nosotros hemos sido amados por Dios. Si lo hacemos así entonces estaremos en una verdadera comunión de Vida con el Señor.

A todos los que participamos de la Vida Divina, por la fe y el bautismo, se nos ha confiado la proclamación de la Buena Nueva de Salvación. Y en el cumplimiento fiel de esa Misión no podemos darnos descanso. No ha de importarnos la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada que tengamos que padecer por Cristo. El Señor está siempre a nuestro lado para que su Victoria sea nuestra Victoria, de tal forma que el amor de Dios siempre esté en nosotros. No nos dejemos amedrentar por quienes, teniendo el poder, quisieran apagar nuestra voz e impedir nuestro testimonio y nuestra labor conforme al Evangelio de Cristo con toda su fuerza y poder salvador. No vendamos nuestra vida a los poderosos, ni a los ricos de este mundo. No diluyamos la Fuerza del Mensaje de Cristo en aras de recibir protección o unas cuantas monedas, sabiendo que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su vida. No permitamos que nadie nos tenga como perros mudos a su servicio, amordazados e incapaces de velar por el Pueblo de Dios y de esforzarnos para que todos sean alimentados a su Tiempo con la Palabra de Dios, proclamada con lealtad.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, tomar nuestra cruz de cada día y echarnos a andar tras las huellas de Cristo, aceptando con amor todas las consecuencias que por ello nos vengan; pero con la seguridad de que la muerte no tiene la última palabra, sino la Vida, Vida eterna que Dios regala a quienes le viven fieles. Amén.

miércoles, 30 de octubre de 2013

¿Es verdad que son pocos los que se salvan?

¡Amor y paz!

¿Qué caso tiene curiosear acerca del número de los que se salvan? ¿Acaso no es mejor preguntarse si va uno en el camino adecuado, siguiendo las huellas de Cristo, cargando la propia cruz de cada día, con la mirada puesta en la Gloria, de la que Dios quiere hacernos coherederos junto con su propio Hijo?

El Señor nos pide hoy hacernos pequeños, con la sencillez de los humildes, de los que se sienten siempre necesitados de Dios y de los que no se esclavizan a lo pasajero, sino que con esos bienes socorren a los más desprotegidos y se ganan amigos para la vida eterna.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,22-30.
Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?". El respondió: "Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'. Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'. Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos". 
Comentario

No basta escuchar a Cristo por las plazas, hay que escucharlo en el corazón y hacer vida en nosotros su Palabra, pues no basta decirle Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos. Al final lo único que contará será nuestra fe traducida en obras de amor. Nosotros, que no pertenecíamos al Pueblo de las Elecciones Divinas, pero que el Señor nos ha convocado para que seamos parte de su Pueblo Santo, hemos de pedirle al Señor que nos mantenga fieles en la escucha y en la puesta en práctica de su Palabra. Auxiliados por la Gracia Divina y por el Poder del Espíritu Santo, dejemos de ser obradores de iniquidad y demos testimonio, con nuestras buenas obras, que en verdad somos hijos de Dios.

El Señor nos convoca para que, como discípulos fieles suyos, seamos instruidos por su Palabra; y Él nos quiere sentar a su Mesa para que comamos y bebamos con Él. “En verdad ¡cuánto ha deseado celebrar esta Pascua con nosotros!” Y Él quiere que algún día podamos celebrarla con Él cuando tenga pleno cumplimiento en el Reino de los cielos para nosotros. Por eso nuestra participación en la Eucaristía no puede reducirse a un rito, a un simple acto de culto a Dios. Si celebramos la Eucaristía es porque queremos hacer vida en nosotros la Vida de Dios. Esa Vida que nos haga ser un signo del amor que procede del mismo Dios. Ese amor que nos une como hermanos y que nos pone al servicio humilde y sencillo a favor de los más débiles y desprotegidos. Entonces la puerta angosta nos dará cabida para ingresar a donde ahora vive glorificado Aquel que se hizo Siervo del Hombre. La entrega amorosa de Jesús por nosotros, es el mismo camino que hemos de recorrer los que creemos en Él, para alcanzarlo en su Gloria. Que no sólo nos sentemos a la Mesa Eucarística; que no sólo escuchemos a Aquel que es la Palabra; que no sólo llamemos Señor, Señor a Jesucristo. Vivamos como hombres que se han dejado llenar del Espíritu de Dios y no sólo se tienen por hijos de Dios, sino que viven en verdad como hijos de Dios.

El Señor nos pide que vivamos como hermanos, que vivan unidos por el vínculo del amor. Ya desde el principio el Creador concedió al hombre el dominio sobre todas las bestias y animales de la tierra; pero jamás concedió el poder de dominar al prójimo. Por eso todos debemos vernos y tratarnos como hermanos en Cristo Jesús. Si alguien pertenece a los poderosos, conforme a los criterios de este mundo; o si alguien está al frente del Pueblo Santo de Dios, no podrá iniciar su entrada en el Reino de los cielos sino en la medida en que se abaje como servidor de los demás. No basta acudir al culto para invocar al Señor; no basta con acercarse a la participación de la Eucaristía para pensar que ya es nuestra la salvación. Los que creemos en Cristo Jesús debemos ser los primeros comprometidos con la justicia social, con el trabajo serio y responsable por la paz, por la superación de todo aquello que ha hecho más dura y amarga la vida de los pobres y desprotegidos. No podemos conformarnos con invocar al Señor; debemos confesar nuestra fe con obras que manifiesten que realmente nos mueve el amor sincero a Dios, y el amor sincero y comprometido con nuestro prójimo.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir nuestra fe en el compromiso total que nos lleve a traducirla en verdaderas obras de amor fraterno, conforme a las enseñanzas de nuestro Salvador, Cristo Jesús. Amén.

Homiliacatolica.com

martes, 29 de octubre de 2013

Dios se vale a veces de lo más insignificante para construir su Reino

¡Amor y paz!

Dos breves comparaciones le sirven a Jesús para explicarnos cómo actúa el Reino de Dios en este mundo: el grano de mostaza que sembró un hombre y la levadura con la que una mujer quiso fabricar pan para su familia.

La semilla de la mostaza, aunque aquí no lo recuerde Lucas, es en verdad pequeñísima. Y, sin embargo, tiene una fuerza interior que la llevará a ser un arbusto de los más altos. Un poco de levadura es capaz de transformar tres medidas de harina, haciéndola fermentar.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,18-21.
Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas". Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa". 
Comentario

A nosotros nos suelen gustar las cosas espectaculares, solemnes y, a ser posible, rápidas.

No es ése el estilo de Dios. ¡Cuántas veces, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento y en la historia de la Iglesia, Dios se sirve de medios que humanamente parecen insignificantes, pero consigue frutos muy notables! La Iglesia empezó en Israel, pueblo pequeño en el concierto político de su tiempo, animada por unos apóstoles que eran personas muy sencillas, en medio de persecuciones que parecía que iban a ahogar la iniciativa. Pero, como el grano de mostaza y como la pequeña porción de levadura, la fe cristiana fue transformando a todo el mundo conocido y creció hasta ser un árbol en el que anidan generaciones y generaciones de creyentes.

Así crecen las iniciativas de Dios. Esa es la fuerza expansiva que posee su Palabra, como la que ha dado en el orden cósmico a la humilde semilla que se entierra y muere.

Estas palabras de Jesús corrigen nuestras perspectivas. Nos enseñan a tener paciencia y a no precipitarnos, a recordar que Dios tiene predilección por los humildes y sencillos, y no por los que humanamente son aplaudidos por su eficacia. Su Reino -su Palabra, su evangelio, su gracia- actúa, también hoy, humildemente, desde dentro, vivificado por el Espíritu.

No nos dejemos desalentar por las apariencias de fracaso o de lentitud: la Iglesia sigue creciendo con la fuerza de Dios. En silencio. Un árbol seco que cae estrepitosamente hace mucho ruido, y puede provocar un escándalo en la Iglesia. Fijémonos más bien en tantos y tantos árboles que, silenciosamente, viven y están creciendo. Abunda más el bien que el mal, aunque éste se vea más.

Lo que sí tenemos que cuidar es el no caer nosotros mismos en la pereza y en el conformismo. Estamos destinados a crecer y a producir fruto, a ser levadura en el ambiente en que vivimos, ayudando a este mundo a transformarse en un cielo nuevo y en una tierra nueva.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 220-224

lunes, 28 de octubre de 2013

Estamos llamados a ser testigos del Redentor del mundo

¡Amor y paz!

El apóstol es un enviado de Jesucristo. Un hombre llamado por Jesucristo para ser un testimonio vivo de su mensaje redentor en el mundo. Eso son dos hombres, Simón y Judas, de quienes celebramos  hoy la fiesta. Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 6,12-19. 
En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles:  Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. 
Comentario

• El evangelio de hoy trae dos asuntos: la elección de los doce apóstoles (Lc 6,12-16) y la multitud enorme de gente queriendo encontrarse con Jesús (Lc 6,17-19). El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre los Doce que fueron escogidos para convivir con Jesús, como apóstoles. Los primeros cristianos recordaron y registraron los nombres de estos Doce y de algunos otros hombres y mujeres que siguieron a Jesús y que después de la resurrección fueron creando comunidades para el mundo. Hoy también, todo el mundo recuerda el nombre de algún catequista o profesora que fue significativo/a para su formación cristiana.

• Lucas 6,12-13: La elección de los 12 apóstoles. Antes de proceder a la elección de los doce apóstoles, Jesús pasó una noche entera en oración. Rezó para saber a quién escoger y escogió a los Doce, cuyos nombres están en los evangelios y que recibirán el nombre de apóstol. Apóstol significa enviado, misionero. Fueron llamados para realizar una misión, la misma que Jesús recibió del Padre (Jn 20,21). Marcos concretiza más y dice que Dios los llamó para estar con él y enviarlos en misión (Mc 3,14).

• Lucas 6,14-16: Los nombres de los 12 apóstoles. Con pequeñas diferencias los nombres de los Doce son iguales en los evangelios de Mateo (Mt 10,2-4), Marcos (Mc 3,16-19) y Lucas (Lc 6,14-16). Gran parte de estos nombres vienen del AT. Por ejemplo, Simeón es el nombre de uno de los hijos del patriarca Jacob (Gén 29,33). Santiago es el mismo nombre que Jacob (Gén 25,26). Judases el nombre de otro hijo de Jacob (Gén 35,23). Mateo también tenía el nombre de Levi (Mc 2,14), que fue otro hijo de Jacob (Gén 35,23). De los doce apóstoles, siete tienen el nombre que vienen del tiempo de los patriarcas: dos veces Simón, dos veces Santiago, dos veces Judas, y una vez ¡Levi! Esto revela la sabiduría y la pedagogía del pueblo. A través de los nombres de patriarcas y matriarcas, dados a sus hijos e hijas, mantuvieron viva la tradición de los antiguos y ayudaron a sus hijos a no perder la identidad. ¿Qué nombres les damos hoy a nuestros hijos e hijas?

• Lucas 6,17-19: Jesús baja de la montaña y la multitud lo busca. Al bajar del monte con los doce, Jesús encuentra a una multitud inmensa de gente que trataba de oír su palabra y tocarle, porque de él salía una fuerza de vida. En esta multitud había judíos y extranjeros, gente de Judea y también de Tiro y Sidón. Y la gente estaba desorientada, abandonada. Jesús acoge a todos los que le buscan. Judíos y paganos. ¡Este es uno de los temas preferidos por Lucas!

• Estas doce personas, llamadas por Jesús para formar la primera comunidad, no eran santas. Eran personas comunes, como todos nosotros. Tenías sus virtudes y sus defectos. Los evangelios informan muy poco sobre la forma de ser o el carácter de cada una de ellas. Pero lo poco que informan es motivo de consolación para nosotros.

- Pedro era una persona generosa e entusiasta (Mc 14,29.31; Mt 14,28-29), pero a la hora del peligro y de la decisión, su corazón sigue encogido y se vuelve atrás (Mt 14,30; Mc 14,66-72). Llega a ser satanás para Jesús (Mc 8,33). Jesús le dio el apellido de Piedra (Pedro). Pedro, por si mismo, no era Piedra. Se volvió piedra (roca), porque Jesús rezó por él (Lc 22,31-32).

Santiago y Juan estaban dispuestos a sufrir con Jesús y por Jesús (Mc 10,39), pero eran muy violentos (Lc 9, 54). Jesús los llama “hijos del trueno” (Mc 3,17). Juan parecía tener ciertos celos. Quería Jesús sólo para su grupo (Mc 9,38).

Felipe tenía una forma de ser acogedora. Sabía poner a los demás en contacto con Jesús (Jn 1,45-46), pero no era muy práctico en resolver los problemas (Jn 12,20-22; 6,7). A veces era medio ingenuo. Hubo momentos en que Jesús perdió la paciencia con él: “Pero Felipe, ¿tanto tiempo que estoy contigo, y aún no me conoces?” (Jn 14,8-9)

Andrés, hermano de Pedro y amigo de Felipe, era más práctico. Felipe recurre a él para resolver los problemas (Jn 12,21-22). Fue Andrés el que le llamó a Pedro (Jn 1,40-41), y fue Andrés el que encontró al niño con los cinco panes y los dos peces (Jn 6,8-9).

Bartolomé parece haber sido el mismo que Natanael. Este era del barrio, y no podía admitir que nada bueno pudiera venir de Nazaret (Jn 1,46).

Tomás fue capaz de sustentar su opinión, una semana entera, contra el testimonio de todos los demás (Jn 20,24-25). Pero cuando vio que estaba equivocado, no tuvo miedo en reconocer su error (Jn 20,26-28). Era generoso, dispuesto a morir con Jesús (Jn 11,16).

Mateo o Levi era publicano, cobrador de impuestos, como Zaqueo (Mt 9,9; Lc 19,2). Eran personas comprometidas con el sistema opresor de la época.

Simón, por el contrario, parece haber sido del movimiento que se oponía radicalmente al sistema que el imperio romano imponía al pueblo judío. Por eso tenía el apellido de Zelota (Lc 6,15). El grupo de los Zelotas llegó a provocar una rebelión armada contra los romanos.

Judas era lo que se ocupaba del dinero del grupo (Jn 13,29). Llegó a traicionar a Jesús.

Santiago de Alfeo y Judas Tadeo, de estos dos los evangelios sólo informan del nombre.

Fuente: Orden de los Carmelitas.

domingo, 27 de octubre de 2013

¿Nos consideramos santos y miramos con desprecio a los demás?

¡Amor y paz!

La parábola del fariseo y del publicano es muy conocida. Y también muy actual: sigue aleccionándonos para que no centremos nuestra religiosidad en nosotros mismos ("no soy como...") ni en nuestras buenas obras ("yo hago...").

Jesús de Nazaret nos dice que debemos confiarnos a la bondad de un Dios que es compasivo y misericordioso, que ama y perdona si nos acercamos a Él con un corazón limpio y desnudo. Él es quien salva.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXX del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…,

Evangelio según San Lucas 18,9-14. 
Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: "Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado". 
Comentario

El Señor, que siente debilidad por los pobres y los oprimidos, los huérfanos y las viudas, los desvalidos y los inocentes, mira con bondad al pobre publicano arrepentido, como mira también a Pablo, ahora prisionero y abandonado en los últimos momentos de su vida, pero que siempre ha confiado en el Señor desde su pobreza).

-Las dos actitudes religiosas de todos los tiempos.-Jesús, con una vivacidad extraordinaria y cierta ironía, nos presenta a estos dos hombres que encarnan las dos actitudes religiosas de los hombres de todos los tiempos.

-El fariseo o el hombre "disfrazado". Se ha revestido de obras buenas: limosnas, plegarias, ayunos, diezmos... Y está convencido de que cumple perfectamente la ley, de que no es como los demás, de que el Señor debe estar a su lado.

El fariseísmo, o el arte del disfraz especial, no ha muerto, por desgracia. Es una manera religiosa de vivir que siempre tiene seguidores o adeptos. Son los que se creen "santos" y que sacrifican al hombre en función de las formas y de las estructuras.

Siempre habrá santos de este tipo, orando en nuestros templos, mientras no entendamos todos que el hombre vale más que la ley -y el sábado- y mientras no comprendamos que Dios no se complace en nuestras manos llenas de buenas obras, sino en nuestro corazón sincero, limpio, pobre, arrepentido y desnudo.

Porque el otro personaje, el publicano, es precisamente esto, un hombre de corazón limpio y desnudo.

-El publicano o el hombre "desnudo". No esconde la realidad de su vida pecadora. Como recaudador de impuestos al servicio del imperio romano se ha enriquecido injustamente, como los otros de la misma profesión.

Y no se excusa defendiendo su puesto de trabajo... Se ve tan pobre y tan poca cosa ante Dios que ni se atreve a levantar los ojos. Sinceramente pide perdón de su pecado, de su mala vida. Y Dios lo salva, lo mira con ojos de bondad. Lo ama. Porque a Dios no le asusta la verdad del hombre, la realidad sincera de nuestra vida pecadora. Más aún: la desea, como base de su obra salvadora en el corazón del hombre. Solamente el hombre desnudo de toda suficiencia y orgullo puede ser salvado. Es lo que nos dice Jesús con esta parábola.

-Tres consecuencias.-Esta página evangélica nos invita a:

-mirarnos con sinceridad;

-mirar a los demás con caridad;

-mirar a Dios con humildad.

A mirarnos con sinceridad, para descubrir qué tenemos de uno y de otro de estos dos personajes y saber si caminamos o no por el camino de la verdadera justicia. Estas son las actitudes religiosas de los hombres de todos los tiempos: de los fariseos de entonces y de los fariseos de ahora; de los publicanos de hoy y de los publicanos de siempre; de los que de verdad buscan al Dios de la salvación y de los que se buscan a sí mismos. No nos engañemos. ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Confiamos que ya vamos bien? ¿Nos sentimos seguros porque ya cumplimos, porque rezamos y hacemos caridad? 

A mirar a los demás con caridad. Podemos ver cómo el juicio de Jesús sobre uno y otro es muy desconcertante. Tenemos que pensar que nuestras derechas e izquierdas no coinciden con las derechas e izquierdas de Dios que nos mira de frente: los que situamos a nuestra derecha, a Él le quedan a la izquierda y al revés. ¿Quiénes somos para juzgar al hermano? ¿Por qué despreciamos a los demás? 

A mirar a Dios con humildad. Debemos ir a la búsqueda del Dios que salva, teniendo muy presente, sin embargo, nuestra pobreza, nuestra limitación, nuestro pecado. Desde el abismo de nuestra nada podremos llamar a Dios y Él nos escuchará, nos salvará, seremos justificados, seremos amados de Dios.
La oración sincera y verdadera nos descubre nuestra intimidad y nos adentra en la intimidad del Dios Padre-Hijo-Espíritu Santo.

Gozando así del don de Dios, viviéndolo y anunciándolo. Este es el auténtico sentido de la oración cristiana, algo que no descubrió -ni descubre- el fariseo disfrazado de buenas obras.

La Eucaristía es el mejor momento para orar como el publicano, el mejor momento para sentir nuestra pobreza ante el gran don del Padre en su Hijo amado, pan de vida y vino de salvación. Que salgamos de aquí justificados por la misericordia y la bondad del corazón de Dios.

E. CANALS
MISA DOMINICAL 1989/20

sábado, 26 de octubre de 2013

La paciencia de Dios nace de su gran amor por el ser humano

¡Amor y paz!

Convencidos de que “el que la hace, la paga”, porque Dios es, ante todo, justiciero, los judíos, oyentes de Jesús, creían que aquellos galileos que había matado Pilato habían muerto en castigo por sus pecados, y que la torre que se había caído, aplastando a dieciocho vecinos de Jerusalén, era expresión de la voluntad de un Dios que se había cobrado venganza de aquella gente pecadora. Los que aún permanecían vivos, tenían sobrados motivos para sentirse mejores, al no haber recibido aún castigo alguno.

Jesús muestra su desacuerdo total con quienes así piensan. Para él Dios no se toma a cada instante la venganza ni es amigo de enviar castigos a diestro y siniestra (Servicio Bíblico Latinoamericano).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 13,1-9.
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'". 
Comentario

Muchas veces se sigue pensando como lo hacían los contemporáneos de Jesús. Ciertas catástrofes naturales (desastres del clima y epidemias) o hechos producidos por la violencia humana (guerras y homicidios) se interpretan como un castigo que han merecido aquellos que las sufren.

Esta consideración nace de una exagerada complacencia sobre las acciones propias y sobre la bondad de nuestros comportamientos que consideramos agradables a los ojos de Dios e imposibles, por su supuesta bondad, de ser mejorados.

Jesús nos invita a trascender esta interpretación demasiado simple, a la par que errónea, y ver en cada acontecimiento que afecta a la historia humana una oportunidad de conversión. Cada uno de esos hechos tiene como función poner en cuestión nuestras acciones y comportamientos situándolos delante de Dios. Ellos nos colocan ante la necesidad de un cambio de vida.

Cada día nuevo que se nos concede, cada mes y cada año son oportunidades para poder dar el fruto, no producido hasta el momento presente. "Cavar alrededor" y "echar abono" son las tareas urgentes que se deben emprender para subsanar nuestra esterilidad que muchas veces sólo "agota la tierra" negándose a trasformarla en los frutos queridos por Dios.

La mayor equivocación sería considerar esos momentos concedidos como sin límites. Ellos han sido determinados por el querer divino y esta determinación nos incita a enfrentar con la seriedad necesaria cada uno de dichos instantes.

Aprovechar el tiempo concedido como una oportunidad de salvación ofrece la posibilidad de hacer real nuestro compromiso con un Dios que cuida y hace crecer la vida para sus hijos. 

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)

viernes, 25 de octubre de 2013

Jesús nos invita a interpretar el tiempo presente

¡Amor y paz!

Esta sección, a diferencia de la anterior, está dirigida a toda la multitud. Jesús apela a la experiencia popular que ya tiene unos esquemas con los que interpretar el clima. Estos esquemas le permiten anticipar el tiempo venidero y prever las acciones necesarias por si hace calor o por si llueve. Sin embargo, este conocimiento no se extiende más allá al conocimiento de la realidad.

Jesús exhorta a la multitud a que interprete los signos de los tiempos, a que analice la realidad y a que no se contente con vivir el día. Pues, el pueblo no puede conformarse con ver cómo los hechos ocurren y los cambios se producen. El pueblo se debe preocupar por descifrar y anticipar las señales del tiempo presente. Pues, de otra manera sólo seguirá siendo la eterna víctima de circunstancias que otros previeron y decidieron.

Los invito, hermanos a, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,54-59.
Dijo también a la multitud: "Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo".
Comentario

Interpretar el momento presente, a veces, no resulta fácil. Jesús invita a las multitudes a la práctica del discernimiento para saber lo que es conveniente hacer y lo que no en cada momento. La gente esperaba de Dios el envío de un mesías de poder, un mesías político que, por la fuerza, los liberase de la dominación romana y de los aprietos económicos.

Pero Jesús –el Mesías de Dios- no está de acuerdo con esto y tacha a la gente de “hipócritas”, como lo había hecho con los fariseos. No es por el poder, la fuerza y la dominación de unos sobre otros por donde se alumbrará una nueva sociedad. No. Será más bien por el diálogo, el consenso, el acuerdo con el otro por el que se saldrá airoso de la situación presente. Con el contrincante en un pleito es mejor hacer las paces que declararle la guerra. Así eliminas todo lo que te enemista con él, dejas de considerarlo enemigo y lo abres a él también a la vía del amor, del diálogo y del consenso. Si no se adopta ese método, uno mismo, en lugar de probar la libertad, tendrá que soportar las cadenas (cuando vas con tu contrincante a ver al magistrado, haz lo posible por librarte de él mientras van de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel).

El momento presente es tiempo de enmienda y de cambio; hay que provocar un cambio fuerte de mente que nos lleve a practicar la unión y no la división, el reparto y no el acaparamiento, el servició y no la sumisión, la liberación y no la esclavitud. Y este cambio en profundidad no puede hacerse sin un amor que, como decía Pablo, “es paciente, afable, no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, sino con la verdad, disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre” (1 Cor 13,4-7). Quien va por este camino sabe ya discernir el momento presente y está anticipando un futuro mejor para sí y para los demás.

Servicio Bíblico Latinoamericano 2004

jueves, 24 de octubre de 2013

Jesús dice que ha venido a traer la división a la tierra

¡Amor y paz!

¡Qué no darían los amigos de la violencia y la discordia por traducir literalmente el evangelio de hoy en que el Señor Jesús dice que vino a incendiar y a dividir!

No, no se llamen a engaño, porque el Señor ha proclamado: ‘Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios’, (Mt 5, 1-16); y también: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo” (Jn 14, 27).

Definitivamente no conviene hacer lecturas literales de la Palabra de Dios, sino que hay que mirarla dentro de un contexto. De tal manera, los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario en este jueves de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Lucas 12,49-53.
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra". 
Comentario

I. Jesús, como profetizó Zacarías cuando nació su hijo Juan el Bautista, Tú has venido al mundo para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz [118]. ¿Cómo dices ahora que no has venido a traer paz sino división? Lo que pasa es que me hablas de dos paces distintas: la paz del alma, que se consigue a base de lucha personal contra los propios defectos, y la paz exterior, que es la tranquilidad producida por el consenso y la unidad.

Ambas paces son buenas, pero lo importante es la paz interior, fruto de la santidad personal. No hemos de temer a adversarios exteriores. El enemigo vive dentro de nosotros: cada día nos hace una guerra intestina. Cuando le vencemos, todas las cosas del exterior que pueden sernos adversas pierden su fuerza, y todo se pacifica y allana [119].

De hecho, sólo la paz interior contribuye eficazmente a la paz exterior. La unidad conseguida por la fuerza o el consenso fruto de la negociación política no son estables. Jesús, Tú has venido a enseñarme el camino de la paz del alma, fruto del amor a Dios. Ésa es la paz que he de llevar a los demás. Como a los apóstoles también me dices: en la casa en la que entréis decid primero: paz a esta casa [120].

Jesús, quieres que el cristiano sea un sembrador de paz y alegría [121], fruto de su unión con Dios. Pero eso no significa que me tenga que amoldar a los demás, hasta el punto de transigir en la doctrina que me has enseñado. El cristianismo es un mensaje fuerte, exigente, divino, y por eso no todo el mundo lo acepta. De ahí la división que produce; no por el lado del cristiano -que debe buscar la comprensión y el entendimiento-, sino por el del que se opone con todas sus fuerzas a la luz de la fe.

II. Con la maravillosa normalidad de lo divino, el alma contemplativa se desborda en afán apostólico: «me ardía el corazón dentro del pecho, se encendía el fuego en mi meditación.» ¿Qué fuego es ése sino el mismo del que habla Cristo: fuego he venido a traer a la tierra y qué he de querer sino que arda?
Fuego de apostolado que se robustece en la oración: no hay medio mejor que éste para desarrollar, a lo largo y lo ancho del mundo, esa batalla pacifica en la que cada cristiano está llamado a participar: cumplir lo que resta padecer a Cristo [122].

Jesús, el fuego que has venido a traer a la tierra, es el fuego del amor de Dios, que abrasa todo egoísmo y purifica todo deseo orgulloso o impuro. Es el fuego del Espíritu Santo que se posa sobre los apóstoles y que les impulsa a salir al mundo para encender esa llama y esa luz en otros corazones. Es el fuego del apostolado que se robustece en la oración. ¿Cómo cuido mis ratos de oración personal contigo? ¿Me sirven para encenderme por dentro, para llenarme de amor a Ti y de afán apostólico?

Jesús, Tú has venido a traer fuego a la tierra, y ese fuego ha prendido en el corazón de los apóstoles y de tus discípulos de todos los tiempos hasta llegar a mí. Ahora me toca a mí recoger esa llama, tomar esa antorcha de la fe y recorrer mi parte en esta batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar. No quiero enfriarme y dejar que ese fuego se apague.

Para ello y para que esa llama alumbre y dé calor a muchos otros, he de unirme a Ti cada día en la oración.

[118] Lc 1, 79.
[119] Casiano, Instituciones, 5.
[120] Lc 10, 5.
[121] Cfr. Es Cristo que pasa, 30.
[122] Es Cristo que pasa, 120.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA

miércoles, 23 de octubre de 2013

“Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho”

¡Amor y paz!

A la comparación de ayer -los criados deben estar preparados para la vuelta de su señor- añade Jesús otra: debemos estar dispuestos a la venida del Señor como solemos estar alerta para que no entre un ladrón en casa. La comparación no está, claro está, en lo del ladrón, sino en lo de "a qué hora viene el ladrón".

Pedro quiere saber si esta llamada a la vigilancia se refiere a todos, o a ellos, los apóstoles. Jesús le toma la palabra y les dice otra parábola, en la que los protagonistas son los administradores, los responsables de los otros criados. La lección se condensa en la afirmación final: "al que mucho se le confió, más se le exigirá".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,39-48.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada". Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?". El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
Comentario

Todos tenemos el peligro de la pereza en nuestra vida de fe. O del amodorramiento, acuciados como por tantas preocupaciones.

Hoy nos recuerdan que debemos estar vigilantes. Las comparaciones del ladrón que puede venir en cualquier momento, o el amo que puede presentarse improvisamente, nos invitan a que tengamos siempre las cosas preparadas. No a que vivamos con angustia, pero sí con una cierta tensión, con sentido de responsabilidad, sin descuidar ni la defensa de la casa ni el arreglo y el buen orden en las cosas que dependen de nosotros.

Si se nos ha confiado alguna clase de responsabilidad, todavía más: no podemos caer en la fácil tentación de aprovecharnos de nuestra situación para ejercer esos modos tiránicos que Jesús describe tan vivamente.

La "venida del Hijo del Hombre" puede significar, también aquí, tanto el día del juicio final como la muerte de cada uno, como también esas pequeñas pero irrepetibles ocasiones diarias en que Dios nos manifiesta su cercanía, y que sólo aprovechamos si estamos "despiertos", si no nos hemos quedado dormidos en las cosas de aquí abajo. El Señor no sólo nos "visita" en la hora de la muerte, sino cada día, a lo largo del camino, si sabemos verle.

En el Apocalipsis, el ángel les dice a los cristianos que vivan atentos, porque podrían desperdiciar el momento de la visita del Señor: "mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20). Sería una lástima que no le abriéramos al Señor y nos perdiéramos la cena con él.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 200-203

martes, 22 de octubre de 2013

¿Qué hacer si nos dicen que nos queda poco tiempo de vida?

¡Amor y paz!

A veces entre amigos se preguntan ¿Qué haría usted si le dijeran que le quedan tantos días o meses de vida? Se escuchan todo tipo de respuestas. Unos dicen que se dedicarían a viajar, otros a comer y a beber; en fin, muchos coinciden en que procurarían darse una “buena vida”.

Jesús nos pide hoy estar preparados y eso nos hace reflexionar sobre cómo debe ser la forma en que un discípulo suyo debe aguardar la llegada de su Señor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este martes de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario.

Nos encomendamos a Santa Laura Montoya, de quien se celebró ayer la fiesta, y al beato Juan Pablo II, a quien honramos en este martes.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 12,35-38. 
Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! 
Comentario

Nuestra mejor preparación es a través del servicio a los demás. Se nos ha confiado el Evangelio y no podemos darnos descanso en anunciarlo a los demás. Nosotros mismos hacemos vida el Evangelio en nuestra existencia diaria. Así jamás se apagará la Luz que el Señor encendió en nosotros, pues la fe en Él nos conserva siempre iluminando aún en medio de los momentos más difíciles de nuestra vida. Que cuando el Señor vuelva nos encuentre trabajando por su Reino, haciendo el bien a los demás y sirviendo con amor a todos. 

El Señor se ha puesto afanoso por nosotros. Él no se durmió mientras su enemigo amenazaba nuestra vida. Él, como el dueño de la casa, veló por los suyos y venció a quien nos amenazaba de muerte. Mediante su muerte y resurrección nos dio nueva Vida, la Vida de hijos de Dios. Así Él no sólo procura el bien de los de su casa, sino que Él mismo se convierte en alimento de salvación para nosotros. Quienes participamos de su Eucaristía conocemos el amor de Dios y todo lo que Él ha hecho a favor nuestro. Aceptemos en nosotros ese amor y, unidos a Cristo, conservemos nuestras lámparas encendidas y trabajemos constantemente para que la Vida del Señor, que nos ha comunicado, llegue a todos los hombres.

El Señor nos pide estar al servicio de su Evangelio trabajando para que su amor llegue a todos, especialmente a quienes han sido despreciados o marginados a causa de su pobreza. La Iglesia está al servicio de toda la humanidad. No ha sido puesta para aprovecharse de nadie. Más bien debe tener la cintura ceñida, siempre dispuesta a servir, siempre dispuesta a hacer el bien, siempre dispuesta a dar voz a los desvalidos, siempre dispuesta a defender la vida y los derechos de todos los hombre. No sólo en su mano, sino en su corazón, conserva la luz del Amor que procede de Dios. Es a la luz del amor de Cristo que lleva a cabo toda su acción evangelizadora y de servicio a los demás no como una filantropía, sino como una acción salvadora que procede de Dios.

Cuando la Iglesia deja de actuar bajo la luz del amor que procede de Dios corre el riesgo de convertirse en una iglesia exigente para recibir honores y servicios de los demás. Entonces, por nuestra infidelidad al Señor, en lugar de ser portadores de Vida, seríamos portadores de muerte. Cristo nos llama a ser un signo del Evangelio de su amor; esforcémonos en hacer realidad esa vocación que hemos recibido.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la Gracia de caminar día a día hacia nuestra perfección en Cristo por permitir que se haga su voluntad en nosotros. Así cada día seremos un signo más claro del amor de Dios en medio de nuestros hermanos. Amén.