martes, 25 de diciembre de 2012

¡Felices pascuas de Navidad!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este día de la solemne celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 1,1-18. 

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo".
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

Comentario

*¡FELICES PASCUAS! Ningún saludo mejor para esta mañana que el tradicional de estos días: ¡Felices Pascuas! Felicitémonos y comuniquemos a todos nuestro gozo. Y que estos buenos deseos, esta buena voluntad perdure siempre y se vaya haciendo realidad. Ninguna fiesta cristiana ha marcado como ésta la historia y posiblemente nuestra propia experiencia. Las navidades ocupan un puesto de excepción en el calendario y en la vida. En estos días nos sentimos especialmente contentos, y hasta nos parece descubrir sentimientos análogos en los demás. El mundo y la vida nos parecen distintos. Las vacaciones, las fiestas, los regalos, las compras, las reuniones familiares y entre amigos... Todo contribuye a hacer de las navidades una época maravillosa en el año.

*HOY ES NAVIDAD. Pero podría suceder, amigos míos, que las navidades nos impidieran descubrir el sentido profundo de la Navidad. Porque puede ocurrir que los insistentes reclamos de la publicidad y de la propaganda empañen el mensaje del evangelio. Y puede ocurrir también que las infinitas expectativas de la sociedad de consumo entibien la esperanza y sofoquen la caridad y el sentido de la justicia y de la igualdad. Nosotros celebramos la Navidad, un acontecimiento más allá de todos los incentivos navideños. Celebramos el nacimiento del niño Jesús, el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Celebramos el hecho insólito de que Dios se haya hecho uno de nosotros y esté con nosotros y entre nosotros. Tenemos su palabra, su ejemplo, su sacramento. Está aquí.

*NAVIDAD ES EL PRINCIPIO. El nacimiento de Jesús no es sólo el punto de partida de un nuevo calendario casi universal, sino el primer paso de una nueva historia, que es la historia de la salvación del mundo, a pesar de todo. Quizás pueda parecernos muy lenta la marcha de esta historia de salvación. Buena parte de culpa en esa lentitud radica en nosotros, en nuestra tibieza en aceptar y seguir el evangelio de Jesús. Pero la salvación avanza, a pesar de que nuestra historia sigue teñida de sangre, de violencia, de injusticia, de destrucción y de temores. No hace falta insistir en lo que de todos es conocido: que el hombre viene venciendo innumerables obstáculos de escasez y de enfermedad para hacer cada vez más amable la vida. La ciencia y la técnica, el trabajo y la política, todo y todos se han esforzado en este sentido. Pero todo ha sido y sigue siendo poco. Lo cierto es que queda todavía mucho por hacer.

*NAVIDAD DEBE SER UN PASO ADELANTE. La celebración cristiana de la Navidad, el auténtico sentido de la Navidad, no se detiene en el recuerdo nostálgico de lo que pasó en aquel tiempo, sino que es memoria y coraje para sacar adelante en este tiempo el espíritu y el cambio queridos por Jesús y manifestados en el evangelio. Lo que Cristo hizo, es lo que tenemos que seguir. La misión de Cristo es la de los cristianos. Tenemos que salvar el mundo. Salvar el mundo es, sobre todo, poner a salvo a los hombres, liberarlos de la ignorancia, de la impotencia, de la opresión y de la injusticia, que los condena a la pobreza y al hambre. Pero salvar el mundo es también, hoy lo reconocemos fácilmente, poner el mundo, las cosas y la vida fuera del alcance de la explotación, la contaminación y la destrucción. Salvar el mundo es humanizarlo, construirlo a la altura y al servicio del hombre, de todos sin excepción, respetando y conservando la naturaleza. Salvar el mundo es disfrutarlo de acuerdo con la voluntad de Dios.

*¡FELIZ NAVIDAD! Dios se ha hecho hombre en Jesús para reconducir la evolución, manipulada y estropeada por la codicia de los hombres. Jesús nos ha enseñado que la salvación no está en la riqueza, ni en el poder, ni en la violencia, ni en la desigualdad. Siendo Dios, se hace hombre, uno cualquiera. Nace de una familia humilde, en soledad y pobreza, sin protocolos ni solemnidades cortesanas, sólo un niño, indefenso, impotente, accesible y amable. El amor será su praxis y su predicación, su lema y su ley. También la causa de su muerte, pero por eso la gloria de la resurrección. El amor es el mensaje de Navidad, el amor es la tarea a renovar cada Navidad. Si así lo creemos y hacemos, ¡Feliz Navidad! Y no será sólo un buen deseo, una expresión de buena voluntad, sino una hermosa y feliz realidad.

EUCARISTÍA 1990, 60