jueves, 26 de julio de 2012

¿Por qué habla Jesús en parábolas?


¡Amor y paz!

Jesús conoce el misterio del Reino, Él sabe que las cosas del Espíritu necesitan una cierta sensibilidad para poderlas captar. Las parábolas reflejan nuestro mundo simbólico, son expresión de lo que sucede al interior del ser humano, son la forma más apropiada que Jesús ha encontrado para transmitirnos su propia vivencia de Dios. A todos no les es dado conocer el lenguaje del Espíritu. Pudiéramos pensar que Dios es selectivo, que Dios excluye porque sólo da su Espíritu a quienes El quiere. 

Pero hay algo que debemos tener en cuenta y es la libertad humana: Dios no nos obliga a aceptarlo. Los hombres y mujeres se excluyen libremente de participar en la propuesta que Dios hace, pero también, cuando abren su corazón y se disponen a la acción de Dios, Dios mismo hace que lo comprendan con más facilidad.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,10-17.
Los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?". Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.  Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Comentario

La enseñanza que Jesús comparte con el pueblo y con los discípulos  se        basa en las vivencias de la vida cotidiana, en las tradiciones narrativas populares y en su increíble capacidad de crear historias. Jesús no enseña como los escribas, los fariseos o los levitas. Su forma de "hablar con autoridad" cautivó desde el comienzo de la misión a la gente sencilla e, incluso, a las personas más instruidas.

Jesús vio su particular forma de enseñar como una gracia del Padre. Una bendición que reciben los sencillos para descubrir las revelaciones de Dios. Los "sabios" y poderosos estaban tan entretenidos con sus cargos, dignidades y saberes que difícilmente prestarían oído a un campesino galileo. Su actividad los embotaba tanto que su entendimiento estaba confundido y su corazón obstinado.

Contra esta cerrazón de mente, corazón y manos se dirige Jesús. Él quiere que las personas se abran a Dios comprendiendo a través de las cosas sencillas las maravillas que obra Dios en el mundo. Habla a los corazones que se han cerrado al sufrimiento ajeno para que cambien de actitud. Solicita la colaboración de nuestras manos para que transformemos las realidades contrarias al designio de Dios.

Hoy debemos volver a la pedagogía de Jesús. Necesitamos recuperar nuestra capacidad para "contar" la buena nueva de manera atractiva, bella y sencilla. Debemos procurar que nuestras catequesis y liturgias no se conviertan en pesados fardos que emboten el entendimiento y cierren el corazón. Precisamos estar despiertos para percibir en la realidad los signos de los tiempos y es urgente tener nuestras manos libres para transformar este mundo en un mundo de hermanos.

Servicio Bíblico Latinoamericano