miércoles, 29 de febrero de 2012

¡Señor, cambia mi corazón!

¡Amor y paz!

Así como los ninivitas supieron reconocer en la predicación de Jonás la verdadera llamada de Dios y se convirtieron, así "nuestra generación" debe creer en Jesús, no buscando signos espectaculares, sino a través de su Palabra, de su Vida (Misa Dominical. 1990/05).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este miércoles de la 1ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga...

Evangelio según San Lucas 11,29-32.
Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás.  Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón. El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás. 
Comentario

En el evangelio de hoy, Jesús invita a sus oyentes a «convertirse» y a "hacer penitencia". Les pone como ejemplo la ciudad pagana de Nínive, que se convirtió al escuchar la predicación de Jonás.

El libro de Jonás es una "parábola", un género literario que vemos usado frecuentemente por Jesús: se narra una historia ficticia para ilustrar una lección.

-Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad pagana, y proclama allí el mensaje que te doy para ella.

La historia es pues la de un profeta judío -del "pueblo escogido" que Dios envía para que predique, en tierra enemiga, a los paganos de Nínive. El profeta, de momento, por un reflejo egoísta, rehúsa ir allá y toma otra dirección.

Pero Dios se las arregla -con humor y con la ayuda de un enorme pez- para conducirlo a la fuerza a su misión.

¡Esta es HOY, como siempre, la orden de Dios! La Iglesia debe ser misionera, es enviada a los paganos para que les proclame el mensaje de Dios ¿Cómo podría ser yo mismo, especialmente durante esta cuaresma, portador de la Palabra de Dios para mis hermanos no-creyentes? ¿Cuál será mi manera de proclamar la "buena nueva", en mi barrio, en mis relaciones humanas, en mi familia, en mi lugar de trabajo?

-"Dentro de cuarenta días... Nínive será destruida".

En lenguaje violento, el lenguaje de los profetas, esto quiere decir: convertíos, haced penitencia, el reino de Dios está cerca... ¡es urgente! 

¡Dentro de un mes, será demasiado tarde!

Jesús repitió esas palabras.

De los cuarenta días de esa cuaresma que me ha sido dada, han pasado ya siete. ¿Qué he hecho de estos siete días primeros?

¿Sigo dándome, quizá, buenas excusas? «Comprendedlo, no tengo tiempo, mi trabajo me absorbe». Había decidido dedicar un poco más de tiempo a la oración: ¿he avanzado algo en este sentido? Había tomado tal resolución: ¿continúo, quizá, en mi ronroneo habitual? Faltan todavía treinta y tres días para la Pascua. No hay tiempo que perder.

-Sin tardar, los Ninivitas creyeron en Dios. Ordenaron un ayuno. Cada uno se convirtió de su mala conducta.

Lo que el "pueblo elegido", a pesar de las invitaciones apremiantes de muchos profetas y sacerdotes, no había hecho jamás -la conversión radical y colectiva- he ahí que un pueblo pagano lo hace, y a la voz de un solo profeta que cruza, un día, sus calles.

Esta es la lección que Dios quiere darnos HOY también.

Lección que Jesús repetirá explícitamente.

Ayúdanos, Señor. Ayuda a tu «pueblo elegido» del día de hoy, a convertirse, a vivir una verdadera cuaresma, a abandonar su mala conducta

Concédeme que sepa aprovechar bien el tiempo que me queda.

-Viendo su actitud, Dios renunció a enviarles el castigo con el que los había amenazado.

Dios ama a los paganos.
Dios ama a los pecadores.
Dios ama a todos los hombres.

A Dios no le agrada castigar. Todo el relato tiene por objeto llegar a esta conclusión: los Ninivitas van a poder "vivir"; su conversión les lleva a ser más felices, a vivir en plenitud. El mal comporta su propio castigo. El esfuerzo para hacer el bien, comporta también su recompensa.

Señor, cambia mi corazón.

Palabra de Dios para cada día 3
Primeras lecturas para Adviento-Navidad
Cuaresma y Tiempo Pascual.
Edit. Claret/Barcelona 1983.Pág. 106 s.

martes, 28 de febrero de 2012

Jesús nos pide orar y nos enseña a hacerlo

¡Amor y paz!

Jesús nos sigue instruyendo: ayer nos recordó que al final de nuestros días seremos juzgados por cómo tratamos a nuestros hermanos más humildes y necesitados. A la práctica del amor se sigue la oración. Y para ello, el Señor nos recomienda no decir muchas palabras sino ser concretos, a través del Padrenuestro.

Los  invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este martes de la 1ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 6,7-15. 
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados.  No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.  
Comentario

Fuera del Oficio divino, que tan indigna soy de recitar, no me siento con fuerzas para sujetarme a buscar en los libros hermosas oraciones; me produce dolor de cabeza, ¡hay tantas..., y cada cual más hermosa...! No podría rezarlas todas, y, al no saber cuál escoger, hago como los niños que no saben leer: le digo a Dios simplemente lo que quiero decirle, sin componer frases hermosas, y él siempre me entiende...

No quisiera, sin embargo, Madre querida, que pensara que rezo sin devoción las oraciones comunitarias en el coro o en las ermitas. Al contrario, soy muy amiga de las oraciones comunitarias, pues Jesús nos prometió estar en medio de los que se reúnen en su nombre; siento entonces que el fervor de mis hermanas suple al mío.

Pero rezar yo sola el rosario (me da vergüenza decirlo) me cuesta más que ponerme un instrumento de penitencia... ¡Sé que lo rezo tan mal! Por más que me esfuerzo por meditar los misterios del rosario, no consigo fijar la atención...

Durante mucho tiempo viví desconsolada por esta falta de atención, que me extrañaba, pues amo tanto a la Santísima Virgen, que debería resultarme fácil rezar en su honor unas oraciones que tanto le agradan. Ahora me entristezco ya menos, pues pienso que, como la Reina de los cielos es mi Madre, ve mi buena voluntad y se conforma con ella.

A veces, cuando mi espíritu está tan seco que me es imposible sacar un solo pensamiento para unirme a Dios, rezo muy despacio un «Padrenuestro», y luego la salutación angélica. Entonces, esas oraciones me encantan y alimentan mi alma mucho más que si las rezase precipitadamente un centenar de veces...

Santa Teresa del Niño Jesús   (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia
Manuscrito autobiográfico C, 25 r° - v°
©Evangelizo.org 2001-2011

lunes, 27 de febrero de 2012

“Lo que hiciste a uno de estos mis hermanos, conmigo lo hiciste”

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy  es columna vertebral de la vida cristiana e inspiración y razón de ser del Movimiento FRATRES. La beata Teresa de Calcuta se refiere a él así: “Con el fin de estar seguro de que habíamos comprendido bien lo que decía, (Jesús) afirmó que así es como seríamos juzgados a la hora de nuestra muerte: ‘Tuve hambre, y me disteis de comer. Estaba desnudo, y me vestisteis. No tenía hogar, y me alojasteis.

“No es simplemente hambre de pan de la que se trata; es de un hambre de amor. La desnudez no concierne sólo al vestido; la desnudez es también la falta de dignidad humana y de esta magnífica virtud como es la pureza, así como la falta de respeto unos hacia otros. Estar sin hogar, no es sólo no tener casa; estar sin hogar, también es ser rechazado, excluido, no amado” (Jesús, la palabra hablada, cap. 8).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 1ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". 
Comentario

Este pasaje está narrado en forma de parábola. En un lenguaje pastoril, propio de aquel tiempo, nos describe el criterio que Jesús vino a establecer, en nombre de Dios su Padre, como guía para nuestra vida y juicio para nuestra conciencia.  Una vez más, Jesús establece el amor y la preocupación por el hermano necesitado, como norma suprema de conducta.

Los requisitos para acceder a la vida eterna pasan necesariamente por la participación en el proyecto de humanización que Dios nos propone. Y ese proyecto, ese camino de humanización consiste -como mostró Jesús en su palabra y en sus hechos- en la entrega de la propia vida en favor de los hermanos, especialmente -claro está- de los que más lo necesitan y de los que son víctimas de la injusticia.

La parábola, en toda su solemnidad y pretensión de universalidad (el «juicio de las naciones») trata de expresar un principio también solemne y universal: el camino de la salvación pasa obligadamente por el hermano necesitado. O lo que es lo mismo: «el pobre es el único sacramento necesario y universal de salvación». No hay ningún otro sacramento ni universal ni necesario para la salvación.

El escritor de este texto le entrega a la gente de su tiempo una narración viva, para que comprenda qué hechos va a tener en cuenta Dios con todo aquel que desee participar en la construcción del Reino. Lo que realmente plantea la parábola no es tanto la vida del «más allá», cuanto el camino que en el «más acá» debemos seguir para llevar a plenitud y salvar nuestra vida. Ese camino es precisamente el hermano, el hermano que tiene hambre, que tiene sed, que anda desnudo, o está preso, o enfermo...

Esta letanía que la parábola ofrece, lógicamente, ha de ser alargada a la situación de cada momento histórico: ¿Cuáles son hoy las formas modernas de pasar hambre, tener sed, estar desnudo...? ¿Cuáles son hoy las enfermedades modernas y las prisiones nuevas que dejan al ser humano más postrado? Pues todas esas hay que entenderlas incluidas en la parábola de Mateo. Sólo entrando en comunión con el empobrecido, atendiéndolo cada vez que sea necesario y evitando toda injusticia, se tiene acceso a la «salvación», que empieza a construirse en esta vida.

La vida cristiana requerirá entonces un serio compromiso que nos lleve a elaborar y a ejecutar proyectos que estén en concordancia con la comunión que pide Jesús para con el oprimido. La calidad humana de la gente que vaya a ejecutar tales programas será premiada de acuerdo al compromiso que establezcan con el hermano.

Servicio Bíblico Latinoamericano
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domingo, 26 de febrero de 2012

Démonos un espacio para encontrarnos con Dios


¡Amor y paz!

El Evangelio según San Marcos nos relata hoy el episodio en que Jesús es tentado por Satanás en el desierto. Sin embargo, este evangelista no nos describe un número preciso de tentaciones y de victorias del Señor, porque entiende que es el comienzo de una lucha que narrará a lo largo de todo su Evangelio.  En efecto, la expulsión de los demonios, tan frecuente en su relato, no es otra cosa que la constante demostración de que Jesús es, frente a Satanás, "el más fuerte" (3. 27).

La Cuaresma que iniciamos es la gran invitación a dejarnos conducir al desierto, seducidos por Dios, para que nos pueda hablar amorosamente. Caminamos hacia la Pascua, para renovar nuestra fe, para renovarnos a nosotros mismos y llevar nueva vida allí donde cada uno actúa y vive. "Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios" nos urge Jesús en el Evangelio. Debemos saber aprovechar este tiempo favorable y dar frutos de conversión. "Convertíos y creed", nos reclama la predicación de Jesús. (Joan Enric Vives).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 1er Domingo de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 1,12-15.
En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían. Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". 
Comentario

San Ignacio de Loyola describió la experiencia más profunda de Dios que tuvo en su vida con estas palabras: 
Una vez iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama san Pablo, y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, reuniendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las junte todas en una, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola (Autobiografía 30).
El antiguo soldado desgarrado y vano, que había buscado en los honores del mundo el sentido de su vida, y que poco a poco había ido rompiendo con los moldes de una cultura que determinaba su destino, se encontró en la soledad de su camino, con una experiencia de Dios imposible de abarcar. Junto al río Cardoner que iba hondo, este incurable caminante se sentó un poco con la cara hacia el río. No es que haya visto nada especial, ni que se le haya aparecido la Virgen, como a algunos arrieros de nuestras tierras, sino que todas las cosas le parecieron nuevas. Ni siquiera él mismo es capaz de entrar en detalles, pero ciertamente este momento cambió radicalmente su rumbo. Al final de sus días, después de sesenta y dos años, podía asegurar que aún juntando todas las experiencias e iluminaciones de su vida, nunca había recibido tanto como aquella sola vez.

Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, después de haber buscado en vano por rincones y recodos el sentido de nuestras existencias, nos hemos sentado un poco con la cara vuelta hacia el río de la historia. Hemos dejado de buscar nuestro propio camino, para dejar que aquel que es el Camino, nos buscara. Hemos dejado de preguntar por nuestras inquietudes, para dejar que aquel que es la Verdad, nos inquietara con sus preguntas. Hemos dejado de vivir para nosotros mismos, para dejar que aquel que es la Vida, comenzara a comunicarnos una vida abundante que teníamos que regalar a los demás.

Esto es, precisamente, lo que vivió Jesús cuando se fue al desierto; detuvo un momento su camino y se dejó tocar por las preguntas que le lanzaba Dios a través de la vida de su pueblo. Fue en este contexto de silencio y soledad, donde fue descubriendo lo que su Padre le pedía. Fue allí donde sintió las pruebas y las tentaciones de volverse atrás. Fue allí donde encontró las fuerzas para salir a predicar por toda Galilea: “Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias”. ¿Estás dispuesto o dispuesta a sentarte un poco junto al camino de tu vida para dejar que las preguntas de Dios te asalten y te exijan respuestas? ¿De verdad quieres entrar un momento en la soledad y el desierto para encontrarte con Dios y con tus propias fragilidades? Eso es la Cuaresma.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá.

sábado, 25 de febrero de 2012

Evangelicemos a través del ejercicio de la misericordia

¡Amor y paz!

En la Universidad de Oxford hubo el jueves pasado un debate entre el biólogo evolutivo Richard Dawkins, uno de los ateos más mencionados del mundo y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, líder de la Iglesia Anglicana.

Se anunció como un ‘duelo dialéctico’ ante estudiantes que abarrotaban tres teatros y fue seguido en directo por no sé cuantos televidentes y/o cibernautas. Lo cierto es que tal debate me hizo reflexionar sobre la manera como debemos evangelizar a un mundo incrédulo. Y pienso que, como dice el refrán, “obras son amores y no buenas razones”.

Por lo tanto, creo que es a través del ejercicio de la misericordia como podemos invitar al mundo a que conozca y se deje seducir de Jesús, quien revela el plan de amor que Dios tiene para todos.

Tal es la razón por la cual el Señor escogió a discípulos como Mateo, a pesar de ser un pecador. Él Evangelio nos relata hoy ese episodio y hace énfasis en que Jesús no vino a llamar a justos sino a pecadores para que se conviertan.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este ‘Sábado de Ceniza’.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 5,27-32.
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme".  El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?". Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan".
Comentario

La llamada del publicano Mateo para el oficio de apóstol tiene tres perspectivas: Jesús que le llama, él que lo deja todo y le sigue, y los fariseos que murmuran.

Jesús se atreve a llamar como apóstol suyo nada menos que a un publicano: un recaudador de impuestos para los romanos, la potencia ocupante, una persona mal vista, un «pecador» en la concepción social de ese tiempo.

Mateo, por su parte, no lo duda. Lo deja todo, se levanta y le sigue. El voto de confianza que le ha dado Jesús no ha sido desperdiciado. Mateo será, no sólo apóstol, sino uno de los evangelistas: con su libro, que leemos tantas veces, ha anunciado la Buena Nueva de Jesús a generaciones y generaciones.

Pero los fariseos murmuran: «come y bebe con publicanos y pecadores». «Comer y beber con» es expresión de que se acepta a una persona. Estos fariseos se portan exactamente igual que el hermano mayor del hijo pródigo, que protestaba porque su padre le había perdonado tan fácilmente.

La lección de Jesús no se hace esperar: «no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan». «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos».

Siguiendo el ejemplo de Jesús, que come en casa del publicano y le llama a ser su apóstol, hoy nos podemos preguntar cuál es nuestra actitud para con los demás: ¿la de Jesús, que cree en Mateo, aunque tenga el oficio que tiene, o la de los fariseos que, satisfechos de sí mismos, juzgan y condenan duramente a los demás, y no quieren mezclarse con los no perfectos, ni perdonan las faltas de los demás?

¿Somos de los que catalogan a las personas en «buenas» y «malas», naturalmente según nuestras medidas o según la mala prensa que puedan tener, y nos encerramos en nuestra condición de perfectos y santos? ¿Damos un voto de confianza a los demás? ¿Ayudamos a rehabilitarse a los que han caído, o nos mostramos intransigentes? ¿Guardamos nuestra buena cara sólo para con los sanos, los simpáticos, los que no nos crean problemas?

Ojalá los que nos conocen nos pudieran llamar, como decía Isaías, «reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas». O sea, que sabemos poner aceite y quitar hierro en los momentos de tensión, interpretar bien, dirigir palabras amables y tender la mano al que lo necesita, y perdonar, y curar al enfermo...

Es un buen campo en el que trabajar durante esta Cuaresma. Haremos bien en pedirle al Señor con el salmo de hoy: «Señor, enséñame tus caminos».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 24-26

viernes, 24 de febrero de 2012

¡A cambiar la amargura del egoísmo por la alegría de la solidaridad!

¡Amor y paz!

A San Francisco de Sales se le atribuye la frase: “Un santo triste es un triste santo”. Y esto, para proclamar que la búsqueda de la santidad, a la que todos somos llamados, no tiene por qué expresar tristeza, corazones desolados o caras amargadas.

Jesús quiere indicar, a propósito de la discusión sobre el ayuno, que su presencia lleva una alegría que desborda el espíritu de la ley antigua. Con su venida ha empezado la gran fiesta de los esponsales de Dios con la humanidad; hemos de rehuir, pues, la tristeza y vivir en el clima alegre de la nueva alianza, que debe impregnar las necesarias prácticas penitenciales (Misa Dominical 1990/5-6).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este “Viernes de Ceniza”.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,14-15.
Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. 
Comentario

“Dice el Señor. El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, dejar libres a los oprimidos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres, vestir al desnudo y no cerrarte a tu propia carne” (Is 58, 1-9).

Dios nos recuerda la importancia vital de la solidaridad. Es la expresión concreta de la fraternidad cristiana. Cierto, la Cuaresma es un tiempo penitencial, ascético. Pero la ascesis y la penitencia cristiana no consisten en simples signos externos. Es cambiar la mente y el corazón, para activar las exigencias de la verdad y del amor. Es entonces cuando interpretamos a los hermanos desde la mirada amorosa de Dios. Guiados por esa verdad y ese amor, nos hacemos presentes y cercanos, para ayudar y servir realmente los más necesitados.

Jesús reafirma la auténtica dirección del ayuno. Lo hace en su respuesta a los discípulos de Juan el Bautista: “Por qué nosotros y los fariseos ayunan a menudo y tus discípulos, en cambio, no ayunan? Jesús les responde que desea y espera de sus discípulos que vivan “la alegría de la presencia del novio, del amigo”, haciendo referencia a Él mismo. Jesús desea que sus seguidores vivan el gozo y la esperanza de haberse abierto a su mensaje, a la “Buena Noticia del Reino”.

Pero la respuesta de Jesús no termina ahí. Cuando el “Novio, el Amigo” se haya ocultado a su vista y ya esté junto al Padre que le envió, es urgente activar el amor, la penitencia y el ayuno. Si la penitencia y el ayuno están impregnados de amor hecho servicio a los demás, Jesús se complace en la actitud generosa de sus discípulos. Es entonces cuando sus seguidores están viviendo la fraternidad cristiana y la solidaridad auténtica. Esa actitud de amor y servicio a los demás es el verdadero signo de nuestra penitencia – acercarse a los demás como Dios desea – y de nuestro ayuno – renunciar al egoísmo, a la violencia, a la codicia, a la insensibilidad, a la comodidad..., con la sincera intención de ayudar y alegrar a nuestros hermanos.

Dominicos 2004

jueves, 23 de febrero de 2012

El que pierda su vida por Jesús, la salvará

¡Amor y paz!

Estamos entrenados para ganar el mundo o, por lo menos, para que intentemos disfrutar todo lo más posible de lo que él nos ofrece. Esto, se traducirá en más o menos poder, tener y placer, esos verbos en infinitivo por los que el mundo nos valora.

Sin embargo, Jesús nos advierte hoy en el Evangelio: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?” Entonces, la contrapregunta es: ¿Cómo ganar la vida?  Y Él contesta: “el que pierda su vida por mí, la salvará”.

¿Cómo se pierde la vida por Jesús? Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este ‘Jueves de Ceniza’.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 9,22-25.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Comentario

Hace algunos años estuve visitando una casa de asistencia a gente disminuida. Eran unas religiosas las que cuidaban con cariño y extremo cuidado a esas personas que, en su mayoría, habían sido abandonadas por sus familiares porque, en definitiva, les resultaban un estorbo. Es verdaderamente incómodo el que tengas en casa a alguien que no se vale por sí mismo, y que tiene que ser asistido por otra persona incluso hasta los cuidados más elementales, como puede ser la higiene personal. Lo más cómodo es que sean otros los que se hagan cargo de esa situación, porque uno “se debe” a otro tipo de obligaciones y necesidades sociales… ¿Es ésta la lección práctica de nuestra sociedad del bienestar? No nos puede extrañar, entonces, el que algunos justifiquen como un bien común la muerte asistida, es decir, la eutanasia pura y dura.

Sin embargo, lo que me sorprendió no fue tanto la situación en la que se encontraba esa gente desvalida; sino que al entrar en la capilla que tenían dichas religiosas, y disponerme a rezar un poco, tropecé con uno de sus libros de oraciones. Algunos de los salmos estaban subrayados, e incluso con comentarios personales. Uno de ellos era precisamente el de hoy: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”. Y la observación manuscrita que venía a continuación rezaba de esta manera: “Señor, que sepa sonreír con la mejor de tus sonrisas, cada mañana, y al mirar a los ojos de cada uno de estos tus predilectos que has puesto a mi cuidado, vea tus mismos ojos, Jesús mío”.

Por lo visto, esas religiosas se levantaban todos los días a las cinco de la mañana para rezar y asistir a la santa Misa y, posteriormente, dedicarse durante todo el día a cuidar a esa gente enferma. Y yo, no es que me sintiera conmovido, sino que, como en otras ocasiones, me llené de vergüenza. La admiración por el servicio que, no sólo prestaban, sino la entrega permanente de una vida por amor a Dios y a los hombres, me resultaba un “impertinente” revulsivo que susurraba en mi interior: “Y tú, ¿qué haces por Mí”. 

Más allá del drama de aquellos que sufren y que nos conmueven al ver su situación de penuria y hambre, mayoritariamente en la televisión o en los periódicos, está nuestro propio drama personal. Nos dejamos llevar, ¡en tantas ocasiones!, por sentimientos y compasiones prestados, es decir, por la moda y la denuncia que nos dicen que hay que soportar, que olvidamos en qué situación nos encontramos personalmente. Ayer, por ejemplo, recordábamos nuestra condición de hombres y mujeres pecadores; pero, ¿de qué nos sirve recordar esto, si no practicamos lo esencial?

“El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Esto es lo que nos pide Jesús que hagamos por Él. Y no precisamente como para hacerle un favor, sino para hacérnoslo a nosotros mismos. Ésta debería ser la actitud con la que tendríamos que despertarnos cada mañana, sabiendo que el mismo Dios me espera en la “esquina” de cualquier contradicción o contrariedad, aunque sea la más pequeña. Empezar por ahí es entender en qué consiste el amor… pero el amor de verdad, no el que quiere justificar la pasión desordenada, o la debilidad que ya conocemos; sino aquel otro que me dice que a pesar de todo lo que pueda ganar en este mundo, de poco me valdrá si no lo tengo a Él.

¡Bendita paradoja la del cristiano que, muriendo a lo que otros se empeñan por alcanzar, aún dando la propia vida, alcanza la verdadera salvación! Éste es el mensaje de esta Cuaresma, y de cada uno de nuestros días… Yo, por lo demás, sigo rezando por esas religiosas que entregan con tanta generosidad su tiempo y su vida, y que con sus notas, junto al margen de los salmos, me enseñaron a poner un poco más la confianza en Dios, y desdeñar de la mía propia.

Archimadrid 2004
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miércoles, 22 de febrero de 2012

40 días para crecer en el amor a Dios y a los hermanos

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy presenta las tres acciones y actitudes básicas de la conversión: la limosna y el servicio a los pobres, la oración y la unión con Dios, el ayuno y la renuncia a la búsqueda del bienestar. Y, al mismo tiempo, hace una llamada a realizar todas esas cosas no para ser honrados por los hombres, sino como camino de fidelidad a Dios (Misa Dominical 1990/5-6).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de Ceniza en que comienza el tiempo litúrgico de la Cuaresma: cuarenta días para crecer en el amor a Dios y a los hermanos.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18. 
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Comentario

Hermanos: Hace poco más de un mes acabamos las celebraciones en torno a la Navidad con el bautismo del Señor Jesús. Todos sabemos que no es el nacimiento de Jesús -aunque lo celebremos en un clima de profunda intimidad y alegría- el acontecimiento más importante para nuestra fe, sino su Resurrección. El momento culminante de la vida de Jesús es su pasión, su muerte y su resurrección.

Nosotros creemos vivamente que Dios se ha hecho hombre en Jesús. Y si esto es de capital importancia para nuestra fe, todavía es mucho más fundamental que la fe se adhiera a ese Jesús que se mantiene fiel hasta la muerte, a quien Dios Padre resucita de entre los muertos. Un Jesús resucitado que nos ha prometido estar siempre con nosotros a través de su Espíritu.

Pues bien, todos los creyentes nos ponemos hoy de acuerdo para comenzar a preparar esa gran fiesta de la Resurrección de Jesús, allá a los comienzos del mes de abril. Una fiesta que después se extenderá a lo largo de cincuenta días para concluir con la del Espíritu Santo. Así pues, vale la pena que, tanto cada uno de nosotros como la pequeña comunidad, nos sintamos integrados en este esfuerzo de la iglesia universal para celebrar gozosamente la Resurrección de nuestro Señor, Jesucristo.

Un cambio interior

Las lecturas de este Miércoles de Ceniza nos invitan a comenzar esta preparación mirando dentro de nosotros mismos. Para ver qué actitudes dirigen nuestra vida. Tantas veces nuestros fallos, nuestros errores, no son sino la consecuencia de nuestro estado interior. Y Dios lo que quiere es que corrijamos esta parte más íntima del ser. Sabe que es la base de todo lo demás.

A Dios le interesa nuestra paz interior, nuestra libertad de espíritu, nuestra tranquilidad de conciencia. Desde aquí todo es posible para el creyente. Por eso, la invitación constante de la Palabra de Dios en este Miércoles de Ceniza es a serenar nuestro corazón, a concentrar nuestra atención en lo que es esencial.

Mirad qué palabras más sugestivas: Dios es clemente y misericordioso.

Dios es clemente y compasivo

Tenemos la garantía de que Dios busca nuestro equilibrio. El es clemente y compasivo. Desea que nos alejemos de cuanto esclaviza nuestro corazón, nuestro espíritu y nuestra vida. Contamos con su comprensión y con su perdón. Tan sólo hemos de poner nuestro grano de arena en clave de conversión. Es decir, reconocer qué es aquello que nos empobrece como personas, que reseca nuestra generosidad y nos aísla en nuestros búnquers privados.
Podemos convertir y renovar nuestro corazón. El Señor quiere guiar nuestro cambio, quiere acompañar nuestro progreso personal y comunitario.

En armonía hacia la Nueva Humanidad

Si queremos celebrar la fiesta del Resucitado nos conviene adecuar nuestras características humanas a las del Hombre Nuevo, que es Jesucristo. Por ello, el evangelio nos ofrece un programa de vida cuya orientación consiste en ayudarnos a abandonar el "yo" y el "tú" para animarnos a pronunciar el "nosotros". Pero un "nosotros" donde quede incluido el mismo Dios.

El evangelio nos pide que este camino de la Cuaresma lo inicie el creyente que desea integrar en su vida a Dios, a los otros y a sí mismo. Para ello, para conseguir este acercamiento al Hombre Nuevo, nosotros debemos abrirnos a la relación con Dios: una oración profunda, íntima, cargada de fe y de esperanza. Debemos abrirnos a una relación con los demás: una solidaridad directa, sin engaños, con las personas que nos rodean, a base de cercanía afectiva y cordial, pero también de tiempo y de dinero si es necesario. Pero sobre todo -y aunque parezca extraño- una apertura incondicional a nosotros mismos para aprender a ayunar de posturas cómodas, de servilismos destructores, de perezas facilonas. Esponjar nuestro espíritu con la presencia de Dios y la de nuestros hermanos. Conocernos por dentro, aceptar la verdad de nuestra vida, ayunar de todo aquello que nos ahoga en nuestra soledad, es acercarnos a la verdad de Dios y de los hermanos. Y esto no es otra cosa que irnos preparando a la fiesta de las fiestas: la del Hombre Nuevo, la del Resucitado. Desde la humildad de nuestra ceniza -que nos impondrán de aquí a unos minutos- Dios nos va transformando en Nueva Humanidad.

Hermanos, sumémonos a este esfuerzo colectivo de cambio interior. Desde ahora, desde este mismo instante. El Señor nos respalda y espera nuestro retorno. Es el tiempo oportuno que Él nos ofrece. No caben miedos ni excusas. Aprovechemos la gracia que Dios ha derramado en nosotros.

A. M. BRIÑAS
MISA DOMINICAL 1994, 3

martes, 21 de febrero de 2012

«Quien quiera ser el primero, que sea el último… y el servidor…»

¡Amor y paz!

El contraste es tan drástico como evidente. Mientras Jesús anuncia su pasión y muerte, sus discípulos más cercanos discuten acaloradamente sobre quién ha de ser el más importante. Mientras estos sueñan con un reino de poder y dominio, Jesús los reta: el que quiera ser el primero que sea el último y, además, servidor de todos. 

Los invito, hermanos a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,30-37.
Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,  porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado". 
Comentario

a) Jesús anuncia por segunda vez a sus discípulos su pasión y su muerte, para irles educando en lo que significa ser seguidor suyo.

Pero tampoco esta vez parecen muy dispuestos ellos a entender lo que les está queriendo decir. Lo que les preocupa, y de eso discuten en el camino, es «quién será el más importante». Ya se ven en el Reino del Maestro, ocupando los puestos de honor.

¿Cómo van a entender que se les hable de cruz y de muerte? Eso sí, ahora Pedro no le lleva la contraria, para no recibir la dura reprimenda de la primera vez.

Jesús, ya en la tranquilidad de casa, les da una lección para que vayan corrigiendo sus miras: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y pone a un niño en medio de ellos y dice que el que acoge a un niño le acoge a él. Precisamente a un niño, que en el ambiente social de entonces era más bien marginado de la sociedad y tenido en muy poco.

b) La lección de la servicialidad la puede dar Cristo porque es el primero que la cumple. Toda su vida está en esa actitud de entrega por los demás: «No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por los demás». Es una actitud que manifestará plásticamente cuando le vean ceñirse la toalla y arrodillarse ante ellos para lavarles los pies. Pero sobre todo cuando en la cruz entregue su vida por la salvación del mundo.

También nosotros podemos tener dificultades en querer entender la lección que Jesús dio a los apóstoles. Tendemos a ocupar los primeros lugares, a buscar nuestros propios intereses, a despreciar a las personas que cuentan poco en la sociedad y de las que no podemos esperar gran cosa. Eso de buscar los primeros puestos no pasa sólo en el mundo de la política. También nos puede pasar en nuestro mundillo familiar o comunitario. A nadie le gusta ser «servidor de todos» o «ser el último de todos».

La salvación del mundo vino a través de la cruz de Cristo. Si nosotros queremos colaborar con él y hacer algo válido en la vida, tendremos que contar en nuestro programa con el sufrimiento y el esfuerzo, con la renuncia y la entrega gratuita. Seguimos a un Salvador humilde, aparentemente fracasado, el Siervo de todos, hasta la Cruz. El discípulo no puede ser más que el maestro.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 188-192

lunes, 20 de febrero de 2012

La fe es un don y una tarea


¡Amor y paz!

Sí, hermanos: la fe es un magnífico regalo de Dios que, como una semilla, coloca Él en nuestro corazón. Sin embargo, como toda simiente, debe ser cultivada con el fin de que crezca, se fortalezca y llegue a ser algún día una fe verdadera, que nos permita encarar las diversas situaciones de la vida…

Esa tarea de cultivar nuestra fe implica que entendamos qué creemos y por qué creemos y, por supuesto, que pidamos, a través de la oración, la ayuda de Dios. Así lo hizo el padre que, hoy en el Evangelio, le lleva a Jesús su hijo enfermo y endemoniado. En ocasiones, como hemos visto, el ser humano padece un doble mal: corporal y espiritual, ante los cuales Jesús nos sana y nos redime.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la VII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 9,14-29.
Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas.  En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?". Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron". "Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo". Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos". "¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree". Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe". Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más". El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto". Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". El les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración".
Comentario

¿Quién es el que dijo: “Creer es la capacidad de soportar dudas”? Algo de esto acontecía en el padre, tan angustiado, que suplica de Jesús la curación de su hijo epiléptico. Son tres verbos que retratan impecablemente a muchos de nuestros contemporáneos: tengo fe-dudo-ayúdame. Y Jesús, además de descender a la eficacia, sanándole, indica dos caminos, la oración y la confianza.

Sólo se cree lo que se espera, sólo se espera lo que se ama. Cuando el enamorado proclama convencido: “Creo en ti”, está derrochando amor, confianza, fidelidad, certeza, plenitud. Si digo “creo que lloverá”, navego en la duda; si digo que creo en mi madre, la seguridad es suprema.

Para muchos de nosotros la fe en Jesús arranca en la familia. Primero fueron los gestos: señalar un cuadro de la Virgen, el crucifijo, el Belén familiar; luego la palabra, empezando por el “Jesusito de mi vida”; siempre, la imitación de los padres, de los profesores, de los catequistas. Tristemente, no siempre madurará bien esta semilla. Con frecuencia se agosta al crecer. No se hace personal lo que comenzó social. Crecemos, y el traje se nos queda pequeño; por eso adquirimos una talla más grande. Sin embargo, acaso pretendemos seguir con las expresiones de fe que aprendimos en la infancia y, claro, no nos valen. Y entonces no hacemos el esfuerzo de lograr una vivencia y formulación de la fe de acuerdo con la edad, más crítica y más madura. Como no va a nuestra medida, la abandonamos.

Y, encima, estamos embarcados en una marea de incredulidad. La fe no está apoyada por la cultura dominante. En muchos países europeos, sobre todo en España, nos llamamos socialmente cristianos y –oh paradoja- se favorece la indiferencia religiosa. El ambiente cultural es personalista frente a la tradición y pragmático frente al misterio. Los filósofos de la sospecha pesan mucho todavía. Para Marx la religión es alienación porque proyecta en otro la liberación del hombre y es ideología que justifica un orden injusto. De igual manera, Freud pone el origen de la fe en las debilidades del hombre, que busca en la religión un consuelo a sus frustraciones.

A cada uno de los creyentes y a toda la Iglesia les queda una tarea difícil y apasionante: Purificar nuestra fe. Necesitamos una fe más ilustrada y, sobre todo, urgen unas comunidades cuyo testimonio favorezca una fe más creíble, más apetecible. Lo contrario ocurre cuando se abre el periódico y se ve a los fundamentalistas religiosos encendiendo la guerra, o al jefe del imperio atacante proclamando que Dios está con ellos. Moraleja: Sólo en Jesús podemos tocar a Dios. Y a él seguimos suplicando: Creo, pero aumenta mi fe.

Conrado Bueno Bueno
Claretianos 2004
http://www.mercaba.org/