viernes, 10 de junio de 2011

¿Amamos de verdad a Jesús y a los seres humanos?

¡Amor y paz!

Hoy y mañana, los últimos días feriales de la Pascua, cambiamos de escenario. Lo que leemos no pertenece ya a la Ultima Cena, sino a la aparición del Resucitado a siete discípulos a orillas del lago de Genesaret.

Ya habíamos leído esta aparición en la primera semana de Pascua -por tanto el final de la Pascua conecta con su principio- pero hoy escuchamos el diálogo «de sobremesa» que tuvo lugar después de la pesca milagrosa y el encuentro de Jesús con los suyos, con el amable desayuno que les preparó.

El diálogo tiene como protagonista a Pedro, con las tres preguntas de Jesús y las tres respuestas del apóstol que le había negado. Y a continuación Jesús le anuncia «la clase de muerte con que iba a dar gloria a Dios» (J.Aldazábal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la VII Semana de Pascua.

Evangelio según San Juan 21,15-19.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".
Comentario

El pasaje evangélico que hoy leímos nos presenta el último diálogo de Jesús con su apóstol Pedro. Se trata de un encuentro entre el Resucitado y algunos de sus discípulos, a orillas del lago de Genesaret, donde tantas veces estuvieron antes de la crucifixión y de la Pascua. Jesús pregunta al apóstol, por tres veces, si lo ama. Y Pedro se ve obligado a confesar su amor, también por tres veces, como habían sido tres las negaciones en la noche oscura de la Pasión del Señor. A cada confesión del apóstol Jesús le reitera un mandato: el de apacentar su rebaño compuesto de ovejas y corderos.

La imagen puede parecernos demasiado bucólica, campesina, a nosotros acostumbrados a vivir en las grandes ciudades, lejos de los encantos de la naturaleza. A algunos les parece demasiado pasiva la comparación de la iglesia con un rebaño de ovejas. Pero eran las imágenes de la época en que fueron escritos los evangelios, imágenes que provienen del AT, imágenes que hablan de amor, entrega hasta la muerte, servicio desinteresado entre personas que se consideran hermanadas por la vida y por la fe.

¿O preferiríamos imágenes de dependencia entre jefes y súbditos, entre gerentes y empleados, patrones y obreros, amos y siervos? Seguramente no: porque la imagen del rebaño guiado, protegido, servido por su humilde pastor, está entrañablemente unida a nuestra concepción de la Iglesia, en donde todos somos hermanos y en donde los pastores tienen graves responsabilidades de las cuales darán estrecha y rigurosa cuenta al único y supremo pastor que es Cristo.

Eso es lo que significan las misteriosas palabras que, al final de la lectura, Jesús resucitado dirige a Pedro: le anuncian un destino de compromiso con los suyos y de testimonio hasta el martirio cuando: “otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Efectivamente el apóstol Pedro, después de evangelizar en Jerusalén, en Palestina, luego en la gran capital de Siria, arribó a Roma, como Pablo, y allí murió mártir, cumpliendo el destino de los apóstoles.

Quiere la liturgia de estos días que asumamos las responsabilidades de nuestra fe pascual y que, dóciles al Espíritu que desde sus orígenes guía y anima a la iglesia, estemos dispuestos a emular a los apóstoles de Jesús, testimoniándolo con nuestro ejemplo y nuestras palabras en medio de nuestros hermanos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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