lunes, 7 de marzo de 2011

Dios espera que produzcamos más y mejores frutos

¡Amor y paz!

En Evangelio de hoy, Jesús recurre a una imagen de la vida del campo para resumir el Antiguo Testamento y destacar la manera como Dios envió sucesivos emisarios para que buscaran la conversión del pueblo de Israel, pero que fueron matados. Así, el Señor anuncia lo que sucederá con Él, como enviado definitivo, que también pagará con su vida el rechazo de los judíos. La inmolación del Hijo de Dios demostrará el gran amor con que el Padre Celestial ha amado al mundo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este lunes de la IX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 12,1-12.
Jesús se puso a hablarles en parábolas: "Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero los viñadores se dijeron: 'Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra'. Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?". Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron. 
Comentario

a) Estamos leyendo los últimos días de la vida de Jesús en Jerusalén, con una ruptura creciente con los representantes oficiales de Israel.

En verdad aparece Jesús como una persona valiente, al dedicar a sus enemigos la parábola de los viñadores, con la que les viene a decir que ya sabe de sus planes para eliminarlo. Ellos, desde luego, se dan por aludidos, porque «veían que la parábola iba por ellos».

La alegoría de la viña, aplicada al pueblo de Israel, es conocida ya desde Isaías, con su canto sobre la viña que no daba los frutos que Dios esperaba de ella (Is 5). Aquí se dramatiza todavía más, con el rechazo y los asesinatos sucesivos, hasta llegar a matar al hijo y heredero del dueño de la viña.

b) Es un drama lo que sucedió con el rechazo de Jesús. Se deshacen del hijo.
Desprecian la piedra que luego resulta que era la piedra angular. No conocen el tiempo oportuno, después de tantos siglos de espera.

Pero la pregunta va hoy para nosotros, que no matamos al Hijo ni le despreciamos, pero tampoco le seguimos tal vez con toda la coherencia que merece. ¿Somos una viña que da los frutos que Dios espera? ¿Sabemos darnos cuenta del tiempo oportuno de la gracia, de la ocasión de encuentro salvador que son los sacramentos? ¿Nos aprovechamos de la fuerza salvadora de la Palabra de Dios y de la Eucaristía?

Cada uno, personalmente, deberíamos hoy preguntarnos si somos viñas fructíferas o estériles. ¿Tendrá que pensar Dios en quitarnos el encargo de la viña y pasárselo a otros? ¿No estará pasando que, como Israel rechazó el tiempo de gracia, la vieja Europa esté olvidando los valores cristianos, que sí aprecian otras culturas y comunidades más jóvenes y dinámicas? ¿Nos extraña el que en algunos ambientes no nazcan vocaciones a la vida religiosa o ministerial, mientras que en otros sí abundan?

La Palabra que escuchamos y la Eucaristía (que estamos invitados a celebrar) deberían ayudarnos a producir en nuestra vida muchos más frutos que los que producimos para Dios y para el bien de todos.

J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997.Págs. 240-243