viernes, 25 de junio de 2010

Jesús quiere curarnos de nuestros males

¡Amor y paz!

Hoy pasamos del dicho al hecho. Con el capítulo 7º. de Mateo, terminamos de leer el ‘Sermón del monte’. Ahora, con el 8º., iniciamos una serie de diez hechos milagrosos con los que Jesús corroboró su doctrina y mostró la cercanía del Reino de Dios.

En el primer milagro, Jesús cura a un leproso. Es una oportunidad para decirle a Él: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XII
Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 8,1-4.

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".

Comentario

Jesús sigue queriendo curarnos de nuestros males.
Todos somos débiles y necesitamos su ayuda. Nuestra oración, confiada y sencilla como la del leproso, se encuentra siempre con la mirada de Jesús, con su deseo de salvarnos. No somos nosotros los que tomamos la iniciativa: tiene él más deseos de curarnos que nosotros de ser curados.

Jesús nos «toca» con su mano, como al leproso: nos toca con los sacramentos, a través de la mediación eclesial. Nos incorpora a su vida por el agua del Bautismo, nos alimenta con el pan y el vino de la Eucaristía, nos perdona a través de la mano de sus ministros extendida sobre nuestra cabeza.

Los sacramentos, como dice el Catecismo, son «fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza» (CEC 1116).

Además, tenemos que ser nosotros como Jesús, acercarnos al que sufre, extender nuestra mano hacia él, «tocar» su dolor y darle esperanza, ayudarle a curarse. Somos buenos seguidores de Jesús si, como él, salimos al encuentro del que sufre y hacemos todo lo posible por ayudarlo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 77-81
www.mercaba.org