viernes, 30 de abril de 2010

«YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA»

¡Amor y paz!

En el discurso de la Ultima Cena, Jesús anima a los suyos pensando ya en lo que pasará después de la Pascua. Se está presintiendo la despedida: ¿qué será de los discípulos después de la marcha de Jesús?

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la 4ª Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 14,1-6.

"No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.

Comentario

En el pasaje que hoy hemos leído, los primeros versículos del capítulo 14, Jesús promete a sus discípulos que, a pesar de la separación que se avecina, estarán definitivamente juntos con su Maestro. Por eso deben permanecer firmes en la fe en Dios y en la fe en Cristo, sin que les tiemble el corazón.

La imagen de la casa paterna donde se reúnen los hijos les es presentada por Jesús como imagen de esa vida de entrañable unión que les promete. Una casa paterna con muchas moradas, donde hay sitio holgado para todos. El camino que conduce a esta casa ya les es conocido a los discípulos, a pesar de la desconcertada pregunta de Tomás. El camino es Jesús y Dios Padre nos ha querido mostrar ese camino, nos ha puesto en él, para que lleguemos más seguramente a su regazo amoroso.

Aquí podríamos evocar la canción de los muchachos exploradores: “no es más que un hasta luego, no es más que un triste adiós, muy pronto junto al fuego nos reunirá el Señor”. Jesús consuela a sus discípulos por su próxima ausencia que, según las medidas de Dios, será una breve ausencia, e incluso estará colmada por la presencia confortante del Espíritu.

Esas palabras de Jesús también son para nosotros, hoy. También nosotros erramos muchas veces el camino y preguntamos, desconcertados, por dónde se va a la casa paterna. También a nosotros nos parece, a veces, que Jesús esta ausente. Cuando experimentamos las dificultades de ser cristianos, de permanecer fieles al Evangelio. Y a veces experimentamos también la confusión del mundo, de tantas verdades contradictorias y efímeras. Y la muerte es nuestra experiencia cotidiana: la de los pobres y oprimidos, la muerte de tantos seres humanos a causa de la guerra, las muertes absurdas, tempranas, accidentales. Nuestra propia muerte que se nos aparece como la meta ineludible, casi siempre temida e indeseada. Las palabras de Jesús deben sernos luz y esperanza: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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jueves, 29 de abril de 2010

JESÚS NOS INVITA A SERVIR, NO A SER SERVIDOS

¡Amor y paz!

A partir de hoy, y hasta el final de la Pascua, leeremos los capítulos que Juan dedica a la última Cena de Jesús con sus discípulos. Esta cena empezó con un gesto simbólico muy elocuente: el lavatorio de los pies, una gran lección de fraternidad y de actitud de servicio para con los demás. El discípulo debe poner en práctica lo que ha aprendido de su maestro.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la 4º Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 13,16-20.

Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican. No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí. Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió".

Comentario

Esta perícopa forma parte del relato del lavatorio de los pies, acción con la cual Jesús quiere dejar claro a los apóstoles que el servicio es la misión a la que están invitados. Los versículos siguientes se refieren a la identificación que se crea entre Dios, su enviado y los que se comprometen con su invitación. Las acciones son las que establecen el vínculo que los une. Contrariamente a lo que ocurriría en el caso de un Dios lejano y autoritario, se nos ofrece ser Dioses convirtiéndonos en hijos de un Dios que quiere entregarse a los demás a través del servicio.

En los sinópticos (Lucas y Mateo) están escritas las bienaventuranzas, que Juan resume muy acertadamente al referirse a la dicha que acompañará a quien actúe como actúa quien lo envió a él, Dios. Es Jesús la figura que nos acerca a Dios porque lo transparenta en cada acercamiento al ser humano. Jesús es coherente. Sus palabras son ratificadas por su quehacer. Quien sigue su ejemplo se acerca a Dios. Quien es receptivo a las palabras y al actuar de Jesús recibe también a quien lo envió. Dios, su hijo y sus discípulos serán uno sólo, sus vidas son el parámetro para evaluar si es cierta esta unidad.

Actuar como Jesús actuó será la mayor dicha que puede alcanzar un ser humano. Sentirá en su interior la alegría de conocer verdaderamente a Dios, que es libertad, armonía, solidaridad y justicia. Será el fin de una existencia sin sentido, de un vivir por vivir». Pero la dicha de seguir a Jesús, si el compromiso es real, traerá también dificultades. En una sociedad donde los valores de Jesús obstaculizan los planes de los poderosos, se generarán fuerzas opuestas a todo quien lo siga. Pero si la decisión de comprometerse con la causa del Todopoderoso fue tomada a conciencia, se correrá el riesgo de correr la suerte de Jesús. Cada vez que una persona le tienda su mano a un perseguido por la causa de Dios, se estará acercando a Él.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
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miércoles, 28 de abril de 2010

“EL QUE CREE EN MÍ NO QUEDARÁ EN TINIEBLAS”: CRISTO

¡Amor y paz!

Dios Padre le ha confiado una misión al Hijo: salvarnos por medio de amar hasta el extremo, con la entrega de la propia vida. Así, a través de Cristo conocemos a Dios y el amor que nos tiene. Eso es lo que el Padre Dios le confió a su Hijo para que nos lo revelara. Quien rechace a Cristo estará rechazando al Padre Dios, que lo envió, y se estará cerrando a la salvación.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 4o Miércoles de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 12,44-50.


Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".


Comentario

a) En la fiesta de la Dedicación del Templo Jesús ha decidido proclamar en medio de la gente el misterio de su persona. Es el enviado de Dios, viene de parte de Dios. Más aún: «el que me ve a mí, ve al que me ha enviado».

Se trata, una vez más, de la gran disyuntiva: «el que me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene quien le juzgue», porque «lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre». Jesús ha venido a salvar: el que no le acepta, él mismo se excluye de la vida.

Esta vez la revelación de su identidad -para la que en otras ocasiones se sirve de las imágenes del pan o del agua o del pastor o de la puerta- la hace con otra muy expresiva: «yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas».

Es la misma imagen que aparecía en el prólogo del evangelio: «la Palabra era la luz verdadera» (Jn 1,9) y en otras ocasiones solemnes: «yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, l 2; 9, 5). Pero siempre sucede lo mismo: algunos no quieren ver esa luz, porque «los hombres amaron más las tinieblas que la luz» (Jn 3,19).

b) Cristo como luz sigue dividiendo a la humanidad. También ahora hay quien prefiere la oscuridad o la penumbra: y es que la luz siempre compromete, porque pone en evidencia lo que hay, tanto si es bueno como defectuoso.

Nosotros, seguidores de Jesús, ¿aceptamos plenamente en nuestra vida su luz, que nos viene por ejemplo a través de su Palabra que escuchamos tantas veces? ¿somos «hijos de la luz», o también en nuestra vida hay zonas que permanecen en la penumbra, por miedo a que la luz de Cristo nos obligue a reformarlas? Ser hijos de la luz significa caminar en la verdad, sin trampas, sin subterfugios. Significa caminar en el amor, sin odios o rencores («quien ama a su hermano permanece en la luz» (I Jn 2,10). La «tiniebla» es tanto dejarnos manipular por el error, como encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar.

Durante la Cincuentena Pascual, después de haber entonado solemnemente en la Vigilia la aclamación «Luz de Cristo», encendemos en nuestras celebraciones el Cirio Pascual, cerca del libro de la Palabra. Quiere ser un símbolo de que a Cristo Resucitado lo seguimos porque es la auténtica luz del mundo, y que queremos vivir según esa luz, sin tinieblas en nuestra vida.
Y además, siendo luz para los demás, porque ya nos dijo Jesús: «vosotros sois la luz del mundo... brille así vuestra luz delante de los hombres» (Mt 5, 1416).

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 89-91
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martes, 27 de abril de 2010

INVITACIÓN A ESCUCHAR, CONOCER Y SEGUIR A CRISTO

¡Amor y paz!

Hoy, la mirada de Jesús sobre los hombres es la mirada del Buen Pastor, que toma bajo su responsabilidad a las ovejas que le son confiadas y se ocupa de cada una de ellas. Entre Él y ellas crea un vínculo, un instinto de conocimiento y de fidelidad: "Escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen" (Jn 10,27). La voz del Buen Pastor es siempre una llamada a seguirlo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 4º Martes de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 10,22-30.

Se celebraba entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: "¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente". Jesús les respondió: "Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".

Comentario

Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).

Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.

Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.

Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».

Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).

Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio.

Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)
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lunes, 26 de abril de 2010

JESÚS ES EL ÚNICO QUE DA SENTIDO A NUESTRA VIDA

¡Amor y paz!

Hoy y mañana leeremos la parábola del buen pastor. El pastor que no entra por la puerta es considerado ladrón, y las ovejas no le seguirán. La labor es grata para el que entra por la puerta, porque es reconocido por las ovejas y es bien recibido. Jesús se compara con la puerta por donde debe pasar el buen pastor. Y una vez más se les revela como quien vino a dar vida en abundancia.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 4º. Lunes de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 10,1-10.

"Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.

Comentario

a) El capítulo 10 de san Juan, el dedicado al Buen Pastor, que leemos hoy y mañana, tiene diversas perspectivas: el pasaje de hoy no habla tanto del pastor, sino de la puerta. Un redil es un recinto vallado que recoge y protege a las ovejas, y tiene una puerta, que se supone que está custodiada. Ahora bien, el pastor legítimo es el que «entra por la puerta», mientras que el ladrón no será admitido por el guarda y tendrá que saltar la valla a escondidas para entrar a donde están las ovejas.

Los oyentes de Jesús no entienden la comparación: por eso él mismo se la explica. «Yo soy la puerta». Jesús, a lo largo del evangelio, trata de que entiendan el misterio de su persona con múltiples comparaciones tomadas de la vida: él es el agua, el pan, el camino, el pastor, la luz, la piedra angular... Aquí dice que es la puerta. A través de él «entramos y salimos» legítimamente, sobre todo los pastores. Sólo por él tienen acceso las ovejas a la seguridad del redil. Sólo por él pueden salir a los pastos buenos. Jesús es el único Mediador, por el que la gracia y la palabra de Dios alcanzan a todos, y por el que nuestra respuesta de fe llega al Padre. «Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).

No hay salvación ni perdón ni luz fuera de él. Sólo el que pasa por él, el que cree en él, entra en la vida. Esto vale para los pastores y para los fieles. Los fariseos -a ellos va dirigido el discurso- son acusados por Jesús de no haber entrado por la puerta, de no ser pastores verdaderos, sino como los que criticaba el profeta Ezequiel (Ez 34). De los pastores se describen ya en este pasaje las cualidades que deben tener para poder decir que son buenos: entran por la puerta, conocen a sus ovejas, van delante de ellas... Son cualidades que en seguida afirmará que él cumple en plenitud, porque es el Buen Pastor.

b) La metáfora de Cristo como puerta nos sitúa ante el siempre actual dilema de aceptar o no a Cristo como el camino y el único Mediador que da sentido a nuestra vida. Cuando buscamos seguridad y felicidad, o tratamos de legitimar nuestras actuaciones: ¿es él en quien pensamos y creemos? Él ya dijo que la puerta que conduce a la vida es estrecha: ¿tratamos nosotros de buscar otras puertas más cómodas, otros caminos más llanos y agradables, o aceptamos plenamente a Jesús como la única puerta a la vida? Si tenemos algún encargo «pastoral», ¿nos sentimos unidos a él, entramos por la puerta que es él, o somos como ladrones que saquean, más que ayudan, a las ovejas?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 82-86
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domingo, 25 de abril de 2010

LOS VERDADEROS DISCÍPULOS ESCUCHAN A CRISTO

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, hoy 4º Domingo de Pascua, centrado tradicionalmente en una de las imágenes más entrañables del evangelio, de profundas raíces bíblicas e incluso universales: Jesús, el buen pastor.

Oremos hoy especialmente por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que sean fieles al ministerio que les ha confiado el Señor. También por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. ¡Se necesitan muchos y buenos seres humanos que dediquen su vida a la causa del Evangelio!

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 10,27-30.

Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa".

Comentario

1. Los judíos celebraban la fiesta de la dedicación del templo como aniversario político de liberación, al recordar la resistencia heroica de los macabeos contra la profanación del templo. La escena del evangelio se desarrolla en la fiesta judía de la dedicación o consagración del templo. En el contexto de esta fiesta se enfrenta Jesús con los dirigentes judíos. Según Juan, Jesús es el nuevo templo consagrado por el Padre. Frente a los dirigentes que no sirven ni pastorean, Jesús se muestra como el Mesías, bajo la figura del buen pastor. Así lo prueban sus obras. Jesús es el «gran pastor» (Heb 13,20) o el «supremo pastor» (I Pe 5,4). Delega el ministerio en sus discípulos. En el discurso de Juan (cap. 10) los temas centrales son la puerta, el pastor y las ovejas.

2. Los primeros forjadores del pueblo de Dios fueron nómadas. De ahí que la imagen del pastor con su rebaño pasase a expresar las relaciones de Dios con su pueblo. De ordinario, el pastor no suele ser dueño de las ovejas, sino líder y compañero; las conduce a los pastos (las alimenta), las defiende de los peligros (las protege) y se entrega totalmente a su misión (da la vida). Su autoridad proviene de la dedicación que presta al pastoreo. Todas las grandes figuras de Israel (como David y Moisés) fueron pastores, para indicar que Dios elige la debilidad de este mundo para llevar a cabo sus maravillas.

3. Los discípulos de Jesús se reconocen por tres cosas: 1) escuchan la voz de Cristo, a saber, creen, prestan atención, se adhieren personalmente; Cristo, a su vez, los conoce; 2) le siguen, entendiendo por «seguimiento» adhesión de conducta y compromiso; Cristo les da, en correspondencia, la vida eterna; 3) no perecerán, porque Cristo los sostendrá junto a sí. Jesús se describe como Hijo de Dios: consagrado por el Padre, por medio del Espíritu, para una misión salvadora. El pueblo de Dios escucha la voz de Cristo, acepta su seguimiento y se siente protegido. En relación a esta triple afirmación, Jesús conoce a sus discípulos, les da vida y los defiende. Creer es escuchar la voz de Dios y demostrarlo con los hechos, no algo meramente verbal; en el fondo, equivale a seguir a Cristo.

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 269 s.
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Oración

Espíritu de Amor eterno,
que procedes del Padre y del Hijo,
te damos gracias por todas las vocaciones
de apóstoles y santos que han fecundado la Iglesia.
Continúa, todavía, te rogamos, esta tu obra.
Acuérdate de cuando, en Pentecostés,
descendiste sobre los Apóstoles reunidos en oración
con María, la madre de Jesús,
y mira a tu Iglesia que tiene hoy
una particular necesidad de sacerdotes santos,
de testigos fieles y autorizados de tu gracia;
tienen necesidad de consagrados y consagradas,
que manifiesten el gozo de quien vive sólo para el Padre,
de quien hace propia la misión y el ofrecimiento de Cristo,
de quien construye con la caridad el mundo nuevo.
Espíritu Santo, perenne Manantial de gozo y de paz,
eres tú quien abre el corazón y la mente de la divina llamada;
eres tú quien hace eficaz cada impulso
al bien, a la verdad, a la caridad.
Tus "gemidos inenarrables"
suben al Padre desde los corazones de la Iglesia,
que sufre y lucha por el Evangelio.
Abre los corazones y las mentes de los jóvenes,
para que una nueva floración de santas vocaciones
manifieste la constancia de tu amor,
y todos puedan conocer a Cristo,
luz verdadera del mundo, para ofrecer a cada ser humano
la segura esperanza de la vida eterna. Amén.

Juan Pablo II
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sábado, 24 de abril de 2010

«SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS? TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA»

¡Amor y paz!

Ha llegado la crisis. Hasta aquí las muchedumbres han seguido y buscado a Jesús, pero la revelación del misterio eucarístico es rechazada por la mayoría de los oyentes. Al final de este capítulo no quedarán más que los doce para constituir el "pequeño resto", germen de la futura comunidad de los creyentes.

Cuando llegan las crisis en la vida hay que elegir. Cada quien elige un camino, una solución real o aparente. Y nosotros, ¿a quién acudimos regularmente? ¿A Jesús? ¡Sólo Él tiene palabras de vida eterna!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la Tercera Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,60-69.

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


Comentario

a) En el evangelio leemos hoy el pasaje final del capítulo 6 de san Juan, con las reacciones que produce en sus oyentes el discurso de Jesús sobre el Pan de la vida.

Para algunos resulta «duro», imposible de admitir. No se sabe qué les ha escandalizado más: el que Jesús -en definitiva, para ellos, un obrero del pueblo de al lado, aunque se haya mostrado buen predicador y haga milagros- afirme con decisión que él es el enviado de Dios y hay que creer en él para tener vida; o bien que afirme que hay que «comer su carne y beber su sangre», con una alusión al sacramento eucarístico que ellos, naturalmente, no podían entender todavía.

Jesús trata de darles pistas para que sepan entender su doble manifestación. Tanto la afirmación de que «ha bajado del cielo», como la de que hay que «comer su carne», sólo tendrán su sentido después de la Pascua: cuando Jesús haya «subido» glorioso al Padre, resucitado por el Espíritu, completando así su camino mesiánico, y cuando haya descendido el mismo Espíritu sobre los discípulos, dándoles los ojos de la fe para entender la donación del Jesús pascual como Pan verdadero. Pero no parece bastar: «desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él».

Menos mal que el grupo de discípulos, cuyo portavoz es -una vez más- Pedro, le permanecen fieles. Tal vez no han entendido del todo sus afirmaciones. Pero creen en él, le creen a él: «¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna».

b) También en el mundo de hoy, como para los oyentes que tenía en Cafarnaúm, Jesús se convierte en signo de contradicción, como había anunciado el anciano Simeón, cuando María y José presentaron a su hijo en el Templo.

Cristo es difícil de admitir en la propia vida, si se entiende todo lo que comporta el creer en Él. Es pan duro, pan con corteza. No sólo consuela e invita a la alegría. Muchas veces es exigente, y su estilo de vida está no pocas veces en contradicción con los gustos y las tendencias de nuestro mundo. Creer en Jesús, y en concreto también comulgar con él en la Eucaristía, que es una manera privilegiada de mostrar nuestra fe en Él, puede resultar difícil.

Nosotros, gracias a la bondad de Dios, somos de los que han hecho opción por Cristo Jesús. No lo hemos abandonado. Como fruto de cada Eucaristía, en la que acogemos con fe su Palabra en las lecturas y le recibimos a él mismo como alimento de vida, tendríamos que imitar la actitud de Pedro: «¿A quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 77-80
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viernes, 23 de abril de 2010

LA EUCARISTÍA, EL ALIMENTO PARA LA FRATERNIDAD

¡Amor y paz!

El discurso de Jesús sobre el Pan de Vida llega a su final. Ha hablado de la fe: de ver y creer en el Enviado de Dios. Ahora habla de comer y beber su Carne y su Sangre.

A los cristiano-católicos nos hace falta aprender a valorar la inmensa riqueza de la Eucaristía. El Evangelio describe las consecuencias que la Eucaristía va a tener para nosotros, según el pensamiento de Cristo: “el que come mi carne y bebe mi sangre, permanece (habita) en mí y yo en él”: la intercomunicación entre el Resucitado y sus fieles en la Eucaristía.

Y añade una comparación fundamental: “el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”. La unión de Cristo con su Padre es misteriosa, vital y profunda. Pues así quiere Cristo que sea la de los que lo reciben en las formas del pan y del vino.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la Tercera Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,52-59.

Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.


Comentario

Discutían entre sí los judíos: "¿Cómo puede este darnos a coma su carne? Ellos lo interpretan de la manera más realista; y les choca.

-Jesús dijo entonces: "Sí, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros." Lejos de atenuar el choque, Jesús repite lo que ya ha dicho; lo enlaza explícitamente con el "sacrificio del calvario"... "El pan que yo daré, es mi carne... que habré dado antes en la Pasión, para la vida del mundo". La alusión a la "sangre", en el pensamiento de Jesús, remite también a la cruz y a la muerte que da la vida.

No olvidemos que cuando San Juan puso por escrito este discurso había estado celebrando la Eucaristía desde más de 60 años. ¿Cómo podría admitirse que sus lectores de entonces no hubiesen aplicado inmediatamente estas frases a la Eucaristía: cuerpo entregado y sangre vertida?

Por otra parte, si Jesús no hubiese nunca hablado así, ¿cómo los apóstoles, la tarde de la Cena, hubiesen podido comprender algo de lo que Jesús estaba haciendo? La institución de la Eucaristía, la tarde del Jueves Santo, hubiera sido ininteligible a los Doce, si Jesús jamás los hubiera preparado antes.

-El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna, y Yo le resucitaré en el último día. En efecto, mi carne es la verdadera comida, y mi sangre es la verdadera bebida.

"Tomad y comed, esto es mi cuerpo... Tomad y bebed, esta es mi sangre..." San Juan no relata la institución de la Eucaristía, pero el paralelismo es aquí suficientemente riguroso con los Evangelios Sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas.

Tres efectos de la Eucaristía quedan indicados:

-1º "La vida eterna y la resurrección"
Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo le resucitaré.

¡En la Eucaristía comulgamos a "Cristo vivo resucitado"! Y este Cuerpo resucitado pasa a ser en nosotros "simiente" de vida divina. En el momento de la Cena Jesús hablará del "banquete celestial" donde reunirá de nuevo a sus amigos.

"No beberé más del fruto de la viña hasta el día en que beberé con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre".Vamos hacia ese encuentro feliz.

2º La inmanencia recíproca de Cristo y del cristiano"

"Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y Yo en él". Es una palabra muy apreciada por Juan: habitar, "¡permanecer!

¿Sabéis lo que es el estar con alguien a quien se ama? ¿Ser feliz con él? La vocación de todo hombre es "estar con Dios, permanecer en Dios". Es el tema fundamental de la Alianza, que se ha expresado, al curso de la historia, en la Escritura, por fórmulas cada vez más íntimas: Vosotros seréis mi pueblo, y Yo seré vuestro Dios"... "Mi amado está conmigo y Yo estoy con él"… "Permaneceréis en mí y yo en vosotros ...

3º "La consagración del cristiano a Cristo". "Así como vivo Yo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí".

Hubiera sido mejor traducir:... vivo "para" mi Padre. ¡Vivir "para alguien"! Jesús ha consagrado su vida al Padre, ha vivido totalmente para El. Y, a su vez, nos pide vivir para Él.
Gracias, Señor. Amén.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 210 s.
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jueves, 22 de abril de 2010

«YO SOY EL PAN VIVO, BAJADO DEL CIELO»

¡Amor y paz!

En nuestra relación con Dios, a veces nos movemos entre polos contradictorios: cuando no nos distanciamos a partir de un frío análisis racional, recurrimos a Él con inmensos deseos de que nos haga un milagro.

Pero Jesús nos pide tener una mentalidad siempre abierta para descubrir, leer y encontrarnos con Dios Padre en el interior de nuestra vida. Sólo así la Palabra y la Eucaristía podrán cambiar la manera que tenemos de apreciar la realidad, de relacionarnos unos con otros y de entenderlo a Él.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la Tercera Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,44-51.

Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

Comentario

Hoy cantamos al Señor de quien nos viene la gloria y el triunfo. El Resucitado se presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy» que lo identifica como fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48). En acción de gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo conoce amorosamente y acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la enseñanza del Padre. Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el Padre es el auténtico protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven en comunión con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la fe es comienzo de la vida eterna.

El Pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos a nosotros, sino que nos asimila. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de escuchar su Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es anticipación de la gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San Ignacio de Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos ha de acostumbrar a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a recibir y asumir nuestra verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo Él sacia plenamente nuestro espíritu.

Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá de la muerte física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn 6,51). El designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la fe y al amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa. Cada vez que comemos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos para nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso porque hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio del cual se benefician hasta los que lo ignoran.

Rev. D. Pere Montagut i Piquet (Barcelona, España)
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miércoles, 21 de abril de 2010

EL PADRE QUIERE QUE TODOS NOS SALVEMOS POR CRISTO

¡Amor y paz!

Aquí declara el Señor que Él mismo es el "pan de vida" dado por el Padre. Más tarde habla del pan eucarístico que dará el mismo Jesús para la vida del mundo. La voluntad del Padre es clara: que todos nos salvemos por Cristo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la Tercera Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,35-40.

Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que Él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".

Comentario

-Yo soy el pan de vida.

Jamás ningún profeta había pedido creer en su persona como lo hace Jesús. Incluso Moisés, sólo pedía que creyeran en Yavé.

Jesús, en cambio, pretende algo exorbitante y radical: se presenta como la fuente suprema de salvación, en múltiples fórmulas, que evocan el "Yo soy el que soy" del mismo Dios:

Yo soy el Pan de vida (Jn 6, 35; 6, 48-50; 6, 51)

Yo soy la Luz del mundo (Jn 8, 12; 9, 5)

Yo soy la Puerta de las ovejas (Jn 10, 7-9)

Yo soy el Buen Pastor (Jn 10, 11-14)

Yo soy la Resurrección y la Vida (Jn 11 25)

Yo soy la verdadera Viña (Jn 15, 1-5)

"Yo soy el Pan." Fórmula de una fuerza extraordinaria.

Jesús se identifica a sus enseñanzas: su doctrina es pan, Él mismo es pan... ¡Capaz de mitigar nuestra hambre!

-El que viene a mí ya no tendrá más hambre. Quien cree en mí, jamás tendrá sed.

El paralelismo de las dos frases permite aclarar la una por la otra. El que "viene a Jesús", el que "cree en Jesús" no necesita ir a otra parte para saciarse... ¡ya no tiene más hambre ni sed!
Jesús, fuente de equilibrio y de gozo, fuente de sosiego: la mayoría de nuestras tristezas y de nuestros desequilibrios vienen de no saber apoyarnos realmente sobre la roca de la Palabra substancial del Padre que es Jesús.

"Creer" y "venir a Jesús", son presentados aquí como equivalentes: con ello se pone en evidencia el hecho que la fe es una "actitud vital de adhesión a la persona de Cristo", más que ser el "asentimiento intelectual a una suma de verdades dogmáticas abstractas" -si bien una no excluye a la otra.

-Todos los que el Padre me da vienen a mí, y al que viene a mí Yo no lo echaré fuera.

El Padre quiere verdaderamente "salvar" a los hombres. Él es quien toma la iniciativa: ¡"los que el Padre me da"! Pero hay también la parte de "correspondencia" en el hombre: es la fe, que Jesús traduce por la expresión "Venir a Él".

-Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió.

"Venir a Jesús", es imitarlo, es reproducir su actitud.

Cumplir la Voluntad de Dios es un alimento espiritual. Podríamos decir que esto comporta dos exigencias:

--Meditar la Palabra de Dios, alimentarse de su pensamiento... Es la oración.

--Para poder someterse en los detalles a su Voluntad sobre nosotros... Es la acción.

Minuto tras minuto, algunos deseos divinos están escondidos en nuestras vidas cotidianas. Como para Jesús, el cumplimiento de esta voluntad de Dios es el único camino de la santidad y del gozo total. Corresponder a Dios por la fe es ya "estar en comunión" con Él.

-Y esta a la voluntad del Padre, que Yo no pierda a ninguno de los que El me ha dado.

Dios quiere que todos los hombres se salven... se ha dicho en otro pasaje. Tal es la buena nueva.

-Pero que Yo los resucite a todos en el último día; pues la voluntad de mi Padre es que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga la vida eterna.

Contemplo detenidamente esta "voluntad" del Padre... y hago mi oración a partir de esto.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 206 s.
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martes, 20 de abril de 2010

SÓLO EL AMOR DE DIOS LLENARÁ NUESTROS VACÍOS Y SOLEDADES

¡Amor y paz!

Mientras no creamos plenamente en Jesús, andaremos buscando saciar nuestra sed y nuestra hambre en cualquier lugar. Por eso, nuestra alma anda inquieta hasta que no descansa en Dios y se nutre del Pan de Vida que es su Hijo Jesús a través de una plena y verdadera comunión con Él.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la 3ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,30-35.

Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo". Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo". Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Comentario

El hombre de hoy está sediento, está hambriento y no sabe de qué. Por ello ha desatado una búsqueda sin tregua tratando de encontrar algo que verdaderamente los sacie. Lo busca en el placer, en el poder, en la fama, en el dinero, etc.… A final de la búsqueda siempre lo mismo: Vacío y soledad. Y es que solo Jesús es el pan que sacia. Solo la vida en el amor de Dios puede dar sentido a la vida. Jesús dijo: “Yo soy el pan que de la vida” por ello solo él sacia, solo su amor llena nuestros vacíos y nuestras soledades. La vida en Cristo se transforma en plenitud. Por ello quien tiene a Cristo lo tiene todo, quien no lo tiene no tiene nada. Esta Pascua es de nuevo la oportunidad para encontrarnos con Jesús resucitado con el verdadero pan que sacia, con el pan que da la vida que es paz, alegría y amor. Encuéntrate hoy con Jesús en tu oración personal… Está esperándote para saciarte.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro
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lunes, 19 de abril de 2010

¿POR QUÉ RAZÓN BUSCAMOS NOSOTROS A JESÚS?

¡Amor y paz!

Durante toda esta semana leeremos el capítulo 6 del Evangelio según san Juan: ‘Discurso sobre el Pan de Vida’. Jesús se refiere a ello al "día siguiente" de los dos milagros de la multiplicación de los panes y la marcha sobre las aguas. El tema central es que la fe en Cristo que, como veremos, implica la fe en su presencia en la Eucaristía.

Jesús se interesa hoy en las razones por las cuales la gente lo busca y, poco a poco, a lo largo de su ministerio, la va induciendo hacia la fe verdadera: ‘yo soy la Luz’, ‘yo soy la Vida’, ‘yo soy el Pastor’, ‘yo soy el Pan que da la Vida eterna’.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Lunes de la Tercera Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,22-29.

Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos. Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?". Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello". Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que Él ha enviado".

Comentario

Jesús y sus discípulos, durante la noche, se trasladaron de los alrededores de Tiberías a la ciudad de Cafarnaún. Al amanecer, la gente que había participado en el milagro de la multiplicación de los panes, al no encontrarlos, se fue a buscarlos. Jesús entonces les cuestionó el interés que tenían en buscarlo, ya que estaban más preocupados por comer que por recibir la enseñanza del Reino. Y les hizo esta revelación: "la única obra que Dios quiere es que crean en aquel que Él ha enviado". ¿Qué significaba para un judío creer en Jesús, más aún, creer que Él era enviado de Dios?

Para un pueblo habitado por humildes trabajadores, sometidos a una Ley que oprimía, a unos dirigentes religiosos legalistas, a un reinado local ambicioso y a un Imperio que exigía tributos, creer en Jesús, enviado de Dios, significaba la llegada del Mesías político que los liberaría de su difícil situación. La propuesta de Jesús era invertir los valores: sin descuidar las necesidades diarias, se requería una transformación radical interior. Era urgente abrirse a los demás, pensar en común, plantearse la posibilidad de que unidos, en comunidades de hermanos, la práctica de la justicia era algo viable. En una palabra, creer en Dios Padre y su enviado, significaba no esperarlo todo de Él pasivamente, sino comprometerse en unión con otros a cambiar la propia situación, haciendo experiencias de fraternidad.

¿No es ésta nuestra situación de hoy, y no es ésta la respuesta que también hoy nos daría Jesús? Seguir una religión en la que el interés personal, familiar o grupal sea la norma, es escoger el camino del paternalismo, que siempre termina cobrando su tributo. La dependencia en cualquiera de los órdenes -económico, político, social o religioso- impide crecer y enferma el alma de un pueblo. Sólo una religión que eduque en el compromiso personal hace personas libres.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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domingo, 18 de abril de 2010

JESÚS SE HACE PRESENTE EN LA COMUNIDAD DE HERMANOS

¡Amor y paz!

En este Tercer Domingo de Pascua, el Evangelio nos relata otra aparición de Cristo Resucitado, pero se aprecia que el centro de interés del autor está en dos de los testigos del hecho, Pedro y el discípulo preferido de Jesús.

El primero representa a la autoridad; el segundo, a la base comunitaria. A ellos y a otros discípulos se aparece Jesús. Él está en la Eucaristía, pero también en la comunidad congregada en su nombre. Si en realidad reconociéramos la presencia de Jesús en nuestros hermanos, nuestra actitud hacia ellos cambiaría radicalmente.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 21,1-19.


Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". El le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos". Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas". Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras". De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: "Sígueme".

Comentario

Existe un poema que se canta en la lengua de los indios cherokees de los Estados Unidos y que dice así: “Un hombre susurró: «Dios, habla conmigo». Y un ruiseñor comenzó a cantar, pero el hombre no oyó. Entonces el hombre repitió: «Dios, habla conmigo». Y el eco de un trueno se oyó. Pero el hombre fue incapaz de oír. El hombre miró alrededor y dijo: «Dios, déjame verte». Y una estrella brilló en el cielo. Pero el hombre no la vio. El hombre comenzó a gritar: «Dios, muéstrame un milagro». Y un niño nació. Pero el hombre no sintió el latir de la vida. Entonces el hombre comenzó a llorar y a desesperarse: «Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo...» Y una mariposa se posó suavemente en su hombro. El hombre espantó la mariposa con la mano y, desilusionado, continuó su camino, triste, solo y con miedo”.

El texto que nos propone hoy la liturgia expresa de una manera admirable la experiencia del resucitado que vivieron aquel grupo de pescadores junto al lago de Tiberíades: “Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. Simón Pedro les dijo: –Voy a pescar. Ellos contestaron: –Nosotros también vamos contigo. Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. Jesús les preguntó: –Muchachos, ¿no tienen pescado? Ellos le contestaron: –No. Jesús les dijo: –Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán. Así lo hicieron y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía. Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho, le dijo a Pedro: –¡Es el Señor!”

Jesús resucitado se hace presente en nuestra vida cotidiana, en medio de la pesca, del trabajo, de la rutina de nuestras vidas cansadas porque no tenemos éxito en nuestras búsquedas ordinarias. El se deja sentir en lo sencillo de nuestras labores. No hacen falta experiencias extraordinarias; no se trata de teofanías luminosas y radiantes. Sencillamente, es necesario tener un corazón, como el del discípulo a quien Jesús quería mucho. Un corazón que se sabe amado por el Señor, reconoce la presencia del resucitado con facilidad.

En esta escena a la orilla del lago, hay un elemento que llama la atención. Los discípulos, sabiendo que era el Señor el que los invitaba a desayunar, no se atreven a preguntarle: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor”. Su presencia no es una prueba irrefutable, una señal inequívoca y absolutamente transparente. Jesús se hace presente en el sacramento del hermano, en el gesto fraterno que nos une, en el estallido constante de la vida que nos llega sin notarla. ¿Hasta cuándo tenemos que sufrir para comprender que Dios está siempre donde está la vida? ¿Hasta cuándo mantendremos nuestros ojos y nuestros corazones cerrados para los milagros de la vida que se presentan diariamente en todo momento? En este tiempo de Pascua, tenemos que dejar atrás el miedo y la desconfianza, para abrirnos a la presencia resucitada del Señor que nos arranca de nuestras tristezas y desesperanzas, para lanzarnos a colaborar con él en la construcción de una vida plena para todos.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 17 de abril de 2010

EN LAS CRISIS DE LA VIDA, JESÚS NOS DICE: ‘SOY YO, NO TEMAN’

¡Amor y paz!

El episodio de la marcha de Jesús sobre las aguas está situado entre la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15) y el discurso sobre el pan de vida (Jn 6, 26-66). En el lenguaje bíblico, el mar es símbolo de las potencias malignas que sólo Dios vence: en la creación (Is 51, 9s), en el éxodo (Ex 14-15), en el combate escatológico (Dan 7, 2-7). (X León-Dufour 1992, p. 97).

Muchos hemos estado sometidos a la incertidumbre y al temor que nos generan las crisis de nuestra existencia. Es en esos momentos cuando más se hace vigente nuestra fe en el Señor, el único que nos puede llevar a puerto seguro.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la 2ª. semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,16-21.

Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo.
El les dijo: "Soy yo, no teman". Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.

Comentario

Lindo relato, cargado de una seductora belleza, a pesar de su brevedad -¡seis versículos!-. Una escena perfectamente insinuada y una conclusión inmejorablemente sugerida. ¿Quién no ha pasado por una situación idéntica? Se ha cerrado la noche, el viento nos es contrario, el mar de la vida se encrespa y todo parecen ser dificultades, y cuando aparece el fantasma resulta que el susto se transforma en el encuentro esperado, que nos descubre que todo está en su sitio, y que ya llegamos a la meta de la que nos parecía estar tan lejos... ¿No le suena a usted como que eso ya le ha pasado en algún momento que no recuerda?

¿Quién podrá demostrar que el evangelista no lo escribió también con la intención de hacernos evocar esas situaciones «ya vividas» de nuestros encuentros con la mano de Dios que nos saca a veces de situaciones de noche cerrada y mar contrario?

El ser humano es un ser que no puede caminar por la vida a la fuerza, contra el viento y contra el mar, en noche cerrada... Eso sólo en algunos momentos. No se puede convivir con los fantasmas de la noche... Confianza en la vida, en la gente, en sí mismo (autoestima) y también en El, el único fantasma que nos puede decir insinuantemente: «Soy yo»...

Cuando el sinsentido, la mala suerte, el absurdo, o la culpa nos cierran el paso y nos parece estar perdidos, como aquellos discípulos, es bueno descubrir que tras esos fantasmas muchas veces es Dios mismo quien nos prueba, y quien llegado el momento nos mira con amor y nos dice «Soy yo, no temas».

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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viernes, 16 de abril de 2010

JESÚS SE NOS DA COMO PALABRA ILUMINADORA Y PAN DE VIDA

¡Amor y paz!

A partir de hoy, y durante ocho días, leeremos el capítulo 6 del evangelio de Juan, el discurso del Pan de Vida. Los evangelistas cuentan repetidas veces el milagro de la multiplicación de los panes, pero el relato de Juan es particularmente importante y programático para entender la persona de Jesús y, en concreto, el lugar que el binomio Fe y Eucaristía ocupan en la comunidad cristiana.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la Segunda Semana de Pascua.

Dios los bendiga..

Evangelio según San Juan 6,1-15.

Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?". El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan". Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada". Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo". Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

Comentario

¿Cómo alimentar y dar vida a este mundo nuestro, tan hambriento? ¿Cómo ser “pan de vida” que haga vivir a tantos que mueren de hambre? ¿Cómo ser para ellos amor que sacie? Existe una “receta casera” para fabricar pan de vida. La inventó Jesús y nos la recuerda hoy. Basta con realizar tres acciones sucesivas: tomar-agradecer-repartir. Expresan en condensada síntesis lo que Él mismo realizó en su vida. Desvelan la metodología eucarística para convertirse también en “pan de vida”.

Lo primero es dejarse tomar. Permitir que otros tomen posesión del propio yo. Entregar-se-lo. Es, justamente, lo contrario del individualismo egoísta. Éste, en contra de lo que puede parecer a primera vista, no prescinde de los demás, sino que, sencillamente, los utiliza en exclusivo beneficio. El individualista no permite que nadie entre de veras en la propia vida. Jesús, por el contrario, estimula a ser excéntricos, a salir del en-simismamiento, a huir de la cárcel del propio ego, a romper las cadenas de la oscura autoclausura. Machado lo reconoció con voz de poeta: «Poned atención: / un corazón solitario / no es corazón». Quien “es tomado” abandona los chatos intereses que le condenan a la autoclausura del miedo, del propio interés, del aislamiento, de la incomunicación, de la autorreserva ... Es una llamada a confiar en otros, dejándose mecer entre las manos del Otro.

Lo segundo es dar gracias, o lo que es igual, ser agradecidos. Se trata de un acto en sí mismo transformante. Expresa aquella actitud tan olvidada de dejarse querer; y, al hacerlo, reconocer que todo, absolutamente todo, es regalo inmerecido. La gratitud despierta una insospechable gratuidad. Desde el reconocimiento cabal de que todo es dado, se entiende la propia vida, toda ella, como un inmenso bien recibido. No es sana, ni justa, ni inteligente la pretensión de los exigentes que ven a los demás solamente como deudores. Es también muy triste la lógica de quienes, al no haberse reconciliado con la propia vida, no logran descubrir aún el derroche del amor; o de quienes, al repasar su historia pasada, se sienten despreciables, pobres, vacíos, heridos o, inclusive, como individuos a quienes la vida o los otros los han tratado injustamente.

Finalmente , lo tercero es dejarse partir para ser repartido. La perfecta alegría nace en el terreno fecundo de la gratitud, traspasando la mortificación de la entrega que exige. La actitud interior de gratitud debería llevar al trabajo de lectura de la propia vida. Sólo cuando se experimenta cuánto se ha recibido, se dispara una inimaginable capacidad de dar sentido y de decidir lo mejor. Si la vida es un bien recibido, por su naturaleza tiende a convertirse en un bien dado y repartido. Una vez reconocido y agradecido el don, la entrega brota espontánea, remecida, generosa. Nos convertimos en alimento apto para ser comido por otros de manera que les alimente y haga crecer. Nos convierte en pan para el hambriento.

Juan Carlos Martos
CLARETIANOS 2004
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jueves, 15 de abril de 2010

‘EL QUE CREE EN EL HIJO DE DIOS TIENE VIDA ETERNA’

¡Amor y paz!

En el Evangelio según San Juan se sintetiza hoy el diálogo de Jesús con Nicodemo: el Hijo de Dios, enviado por el Padre, ha venido a revelar la verdad de Dios y la verdad del hombre; quien la cree vive en la verdad y se salva; quien la rechaza no tendrá vida.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la Segunda Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 3,31-36.

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él".

Comentario

-El que viene...

Era uno de los títulos que se daba a Dios en el Antiguo Testamento. Dios es el que está continuamente viniendo.

-El que viene de arriba...

Transcendencia divina.

-El que procede de la tierra es terreno y habla de la tierra. El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído...

Estas fórmulas nos ponen de entrada en la diferencia existente entre el evangelio de San Juan, y el de los otros tres.

Marcos, por ejemplo, nos muestra un Jesús "poderoso en palabras y en actos", -que corresponde a las afirmaciones que encontramos aquí, en San Juan-, pero es un Jesús que impone el silencio sobre su dignidad divina...

Juan, por el contrario, no cesa de poner en la boca de Jesús afirmaciones de "origen celeste".
¿Cómo explicar esta diferencia de lenguaje? Se ha dicho alguna vez que el "cuarto evangelio" se habría hecho eco de una enseñanza más elevada, reservada a auditorios más intelectuales... Hay algo de verosímil en esta observación.

Pero esto no lo explica todo.

Los exégetas ordinariamente piensan más bien que san Juan ha prestado a Jesús, hasta un cierto punto, su propia manera de expresarse, mientras que los otros tres evangelistas han conservado más literalmente las palabras de Jesús en su forma primitiva.

Esto no quiere decir que Juan haya inventado estas fórmulas; pero que, reflexionando sobre las palabras de Jesús a la luz de la resurrección, las ha interpretado desde el interior cargándolas de toda su contemplación del misterio pascual.

-Aquel a quien Dios ha enviado habla palabras de Dios, pues Dios no le dio el espíritu con medida

Estamos en pleno misterio divino.

El Padre ama al Hijo. Ha puesto en su mano todas las cosas.

Es exactamente lo que los tres evangelios sinópticos no cesan de afirmar. No es pues un evangelio nuevo, Mateo, Lucas, Marcos exponen también ante nuestros ojos un Jesús que no cesa de hablar de "su Padre"; pero Juan vuela rápido hasta las cumbres de la Trinidad... y llega muy pronto a las relaciones íntimas que existen entre "el Hijo y el Padre y el Espíritu".

-El que cree en el Hijo tiene la vida eterna.

El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la cólera de Dios.
El pensamiento de san Juan es un pensamiento cíclico que vuelve a hablar sin cesar de un cierto número de temas, es a la manera de las olas del mar...

"Creer"... o "rehusar creer"... tal es el dilema radical.

"Vivir"... o "no vivir"... tal es el resultado.

Según Juan, para Jesús el no-creyente voluntario no "vive" está muerto. Es verdad que hoy puede uno preguntarse, si un cierto número de los que se afirman no-creyentes han hecho, realmente, tal opción. El mismo Jesús, en la cruz excusaba a sus verdugos diciendo: "no saben lo que
hacen".

No es cosa nuestra. Nadie en la tierra tiene derecho de juzgar que un tal es creyente o no-creyente. Pero queda en pie la palabra de Jesús: "el que rehúsa creer no verá la vida"
Severa invitación a verificar la cualidad de mi propia Fe. La Fe no es una cosa ya hecha.

¿Va creciendo mi Fe?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 196 s.
www.mercaba.org

miércoles, 14 de abril de 2010

«TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO QUE ENTREGÓ A SU HIJO ÚNICO»

¡Amor y paz!

La reflexión que hace hoy Jesús es una lección de teología: sobre los motivos de la encarnación, pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios, sobre nuestra disponibilidad al don de la fe, y sobre las consecuencias de la infidelidad a la gracia que emana del sacrificio de Cristo.

Cada frase del Evangelio hoy es una oportunidad para reflexionar sobre la razón de ser de nuestra fe cristiana.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 2ª. semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 3,16-21.


Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".

Comentario

a) En el diálogo con Nicodemo, Jesús llega todavía a mayor profundidad en la revelación de su propio misterio. Aquí ya debe ser el mismo evangelista Juan quien introduce su comentario teológico a lo que pudo ser históricamente el diálogo en sí.

La fe en Cristo la presenta en dos vertientes muy claras.

Por parte de Dios, el pasaje de hoy nos dice claramente que todo es iniciativa de amor: «tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único». Dios ha demostrado históricamente su amor. Quiere la vida eterna de todos: por eso ha enviado al Hijo. Dios ama. Ama a todos. Al mundo entero. Esta es la perspectiva que lo explica todo: la Navidad (cuántas veces escuchamos en la carta de Juan la afirmación de Dios como amor) y la Pascua, y toda la historia de antes y de después. Lo propio de Dios no es condenar, sino salvar. Como se vio continuamente en la vida de Jesús: vino a salvar y a perdonar. Acogió a los pecadores. Perdonó a la adúltera. La oveja descarriada recibió las mejores atenciones del Buen Pastor, dándole siempre un margen de confianza, para que se salvara.

Pero por parte nuestra hay la dramática posibilidad de aceptar o no ese amor de Dios. Una libertad tremenda. El que decide creer en Jesús acepta en sí la vida de Dios. El que no, él mismo se condena, porque rechaza esa vida. Juan lo explica con el símil de la luz y la oscuridad. Hay personas -como muchos de los judíos- que prefieren no dejarse iluminar por la luz, porque quedan en evidencia sus obras. Es una luz que tiene consecuencias en la vida. Y viceversa: la clase de vida que uno lleva condiciona si se acepta o no la luz. La antítesis entre la luz y las tinieblas no se juega en el terreno de los conocimientos, sino en el de las obras.

b) Cristo ha muerto por todos. Es la prueba del amor que a todos y a cada uno nos tiene Dios Trino. Yo, cada uno de nosotros, soy amado por Dios. He sido salvado por Jesús cuando hace dos mil años se entregó a la muerte y fue resucitado a la nueva vida. Puedo desconfiar de muchas personas y de mí mismo, pero la Pascua que estamos celebrando me recuerda: tanto me ha amado Dios, que ha entregado por mí a su Hijo. Para que creyendo en Él y siguiéndole, me salve y tenga la vida eterna.

Sólo si yo no quiero la salvación o el amor o la luz, quedaré excluido de la vida: pero seré yo mismo el que no quiere entrar a la nueva existencia que me está ofreciendo Dios. La Pascua anual que estamos celebrando, y la Eucaristía en que participamos, deberían aumentar nuestra fe en Cristo Jesús, nuestra unión con él: «el que me come permanece en mí y yo en él». Y esto daría fuerza y aliento a nuestra vida cristiana de cada día.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 48-51
www.mercaba.org

martes, 13 de abril de 2010

ES NECESARIO CONJUGAR LA FE CON LA CULTURA

¡Amor y paz!

A Nicodemo, y seguramente a muchos de nosotros, le hacía falta nacer de nuevo: conjugar su cultura humana con la visión sobrenatural que da la fe en Jesucristo, muerto en la cruz por amor a los hombres.

Ir por el mundo sin fe o sin razón es como que un animal bípedo intente caminar con una sola pata o que un ave intente volar con una sola ala: terminará estrellándose.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la 2ª. semana de Pascua. Hay que tener en cuenta que en esta meditación, hay un diálogo del lector con Jesús.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 3,7-15.

No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu". "¿Cómo es posible todo esto?", le volvió a preguntar Nicodemo. Jesús le respondió: "¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.

Meditación

1º. Jesús, en esta conversación tuya con Nicodemo, aparecen dos sabidurías distintas. Nicodemo se había dirigido a Ti llamándote «Rabí, Maestro venido de parte de Dios» (Juan3, 2),y Tú le llamas «maestro en Israel» Los dos sois maestros, pero cada uno «hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto.» Y aquí está la diferencia, porque Tú vienes del Cielo: «nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre.» Tú eres Dios, Nicodemo es hombre, y cada uno habla de lo que sabe y da testimonio de lo que ha visto. Por eso Nicodemo, aun siendo maestro, no entiende: «¿cómo puede ser esto?» Pero, Jesús, Tú no dices que tengamos que entender todo, como se entiende un problema de matemáticas. Hablas de creer, de tener fe: «Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales?»

La fe es muy razonable, y estudiando la doctrina se entienden muchas cosas. Pero hay un salto que no depende de la razón humana, sino de creer que Tú eres el Hijo de Dios y que, por tanto, hablas de lo que sabes y das testimonio de lo que has visto. «De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo» (Hebreos 1, 1-2). Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta». (CEC-65).

2º. Sólo te preocupas de edificar tu cultura. -Y es preciso edificar tu alma. -Así trabajarás como debes, por Cristo: para que Él reine en el mundo hace falta que haya quienes, con la vista en el cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas, y desde ellas, ejerciten calladamente -y eficazmente- un apostolado de carácter profesional» (Camino.-347). Jesús, desde mi infancia, voy edificando mi cultura, mis conocimientos; mi capacidad crítica, de entender el mundo y de comunicarme; mi capacidad de trabajo, mi memoria. ¿Y mi alma? A veces parece que la tengo todavía a nivel de «primera comunión»: en el conocimiento y profundización de la doctrina; en la capacidad de sacrificio y de oración; o a la hora de defender la fe o de tomar decisiones con visión cristiana. Nicodemo era maestro en Israel, pero le hacía falta nacer de nuevo: conjugar esa cultura humana con la visión sobrenatural que da la fe en Ti, muerto en la cruz por amor a los hombres.

Cuando, mientras los demás se esconden, Nicodemo ayuda a bajar tu cuerpo muerto de la cruz, demuestra que tuvo fe en tus palabras: «es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él» «Para que Él reine en el mundo hace falta que haya quienes, con la vista en el cielo, se dediquen prestigiosamente a todas las actividades humanas.» Jesús, Tú quieres que sepa conjugar, como Nicodemo, el prestigio profesional humano con una fe profunda, que mire al cielo. Así habrá gente de talento que sepa resolver los problemas humanos con visión cristiana: justicia, honradez, solidaridad. Y de este modo podrá ejercitarse -callada pero eficazmente- un apostolado de carácter profesional.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

lunes, 12 de abril de 2010

JESÚS NOS PIDE NACER DE NUEVO, POR OBRA DEL ESPÍRITU

¡Amor y paz!

Jesús nos pide, a través de Nicodemo, volver a nacer en el agua y en el Espíritu y afirma que “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu”. Esto lo pone a uno a pensar, en qué tantas de nuestras actuaciones en la vida diaria son producto de la carne y cuántas provienen del Espíritu.

¿No es excesiva la complacencia que tenemos con las obras de la carne egoísta? El mundo y el hombre fueron creados, por amor, para vivir en el amor, y nosotros con frecuencia nos odiamos, o somos indiferentes unos con otros. Los hijos de Dios hemos sido invitados a la mesa o banquete de la fraternidad y muchas veces nos negamos mutuamente el pan y el afecto, en vez de hacernos solidarios.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy lunes de la 2ª. semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 3,1-8.

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él".
Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. "
Nicodemo le preguntó: "¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?". Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.
Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu".


Comentario

a) A partir de hoy, durante todo el Tiempo Pascual, leeremos el evangelio de Juan. Empezando durante cuatro días por el capítulo tercero, el diálogo entre Jesús y Nicodemo.

El fariseo, doctor de la ley, está bastante bien dispuesto. Va a visitar a Jesús, aunque lo hace de noche. Sabe sacar unas conclusiones buenas: reconoce a Jesús como maestro venido de Dios, porque le acompañan los signos milagrosos de Dios. Tiene buena voluntad.

Es hermosa la escena. Jesús acoge a Nicodemo. A la luz de una lámpara dialoga serenamente con él. Escucha las observaciones del doctor de la ley, algunas de ellas poco brillantes. Es propio del evangelista Juan redactar los diálogos de Jesús a partir de los malentendidos de sus interlocutores. Aquí Jesús no habla de volver a nacer biológicamente, como no hablaba del agua del pozo con la samaritana, ni del pan material cuando anunciaba la Eucaristía. Pero Jesús no se impacienta. Razona y presenta el misterio del Reino. No impone: propone, conduce.

Jesús ayuda a Nicodemo a profundizar más en el misterio del Reino. Creer en Jesús -que va a ser el tema central de todo el diálogo- supone «nacer de nuevo», «renacer» de agua y de Espíritu. La fe en Jesús -y el bautismo, que va a ser el rito de entrada en la nueva comunidad- comporta consecuencias profundas en la vida de uno. No se trata de adquirir unos conocimientos o de cambiar algunos ritos o costumbres: nacer de nuevo indica la radicalidad del cambio que supone el «acontecimiento Jesús» para la vida de la humanidad.

b) El evangelio, con sus afirmaciones sobre el «renacer», nos interpela igual que a Nicodemo: la Pascua que estamos celebrando ¿produce en nosotros efectos profundos de renacimiento? El día de nuestro Bautismo recibimos por el signo del agua y la acción del Espíritu la nueva existencia del Resucitado. Celebrar la Pascua es revivir aquella gracia bautismal. La noche de Pascua, en la Vigilia, renovamos nuestras promesas bautismales. ¿Fueron unas palabras rutinarias, o las dijimos en serio? ¿Hemos entendido la fe en Cristo como una vida nueva que se nos ha dado y que resulta más revolucionaria de lo que creíamos, porque sacude nuestras convicciones y tendencias?

Nacer de nuevo es recibir la vida de Dios. No es como cambiar el vestido o lavarse la cara. Afecta a todo nuestro ser. Ya que creemos en Cristo y vivimos su vida, desde el Bautismo, tenemos que estar en continua actitud de renacimiento, sobre todo ahora en la Pascua: para que esa vida de Dios que hay en nosotros, animada por su Espíritu, vaya creciendo y no se apague por el cansancio o por las tentaciones de la vida.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 42-45
www.mercaba.org

domingo, 11 de abril de 2010

CRISTO RESUCITADO NOS COMUNICA SU PAZ

¡Amor y paz!

La paz es el gran deseo del Resucitado para todos los hombres. Ese es el saludo que sale siempre de sus labios: “la paz esté con ustedes”. La historia humana está cargada de guerras y enfrentamientos. Hay mucha agresividad entre los hermanos, pero Cristo nos enseña la gran opción para superar los conflictos: el diálogo, la razón y el mutuo entendimiento.

Hay otras interpretaciones del Evangelio de hoy, II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia. Los invito a leerlo y meditarlo.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 20,19-31.

Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Comentario

1. "Al anochecer de aquel día... A los ochos días..."


La liturgia de este domingo tiene su punto específico en la proclamación del evangelio de Juan 20, 19-31. Cada año leemos lo mismo precisamente porque nos acerca el misterio de este domingo. Primero remarca que el domingo proviene del Señor. El primer domingo de Pascua es el día de la manifestación del Resucitado, primero a las mujeres, después a los discípulos. La primera preocupación del Señor es reunir a los discípulos después del escándalo de la cruz. El segundo domingo, el primer día de la semana, esto es, hoy, el Resucitado vuelve a reunir a los discípulos para confirmarlos en la fe.

Así, el Señor nos indicó que su día era el domingo porque este era el día en el que él quería encontrarse con los discípulos. Juan, el discípulo desterrado en Patmos, se encontró precisamente en el día del Señor con aquél que había muerto y ahora vive eternamente, el primero y el último, que tiene las llaves de la muerte y de su reino porque la ha vencido. El evangelio de Juan y la segunda lectura, del libro del Apocalipsis, nos hacen conscientes de la importancia y el sentido de la celebración del domingo, el día del Señor. En este día celebramos nuestro encuentro con los hermanos: es aquí donde por la fe y por la Eucaristía nos encontramos con el Señor.

2. "Dichosos los que crean sin haber visto"

Es la bienaventuranza del Resucitado, la que mira a las generaciones que vendrán después de los testimonios oculares de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Creer, nos dice el evangelio de hoy, es renunciar a ver con los ojos de la carne, a tocar con las manos, a meter el dedo en las heridas del crucificado para identificar al resucitado. Creer es buscar y encontrar al Señor, nuestro Dios, en la asamblea de los que creen que Jesús es el Mesías, de los que encuentran en los sacramentos la vida que ha brotado de la cruz. No hemos conocido a Jesús según la carne, no buscamos visiones o hechos extraordinarios donde apoyar nuestra fe. La felicidad que nos salva ahora es la presencia vivificante del Señor que nos reúne por el Espíritu en la Iglesia donde no cesa de predicarnos el Evangelio y de partir para nosotros el pan. Cada domingo somos felices por este encuentro con el Señor.

3. "Recibid el Espíritu Santo"

Antes de la resurrección, no había venido el Espíritu Santo (Jn 7, 39). La tarde del primer domingo de Pascua, Jesús resucitado dio el Espíritu Santo a los apóstoles, exhalando su aliento sobre ellos. El Espíritu es el aliento de la nueva creación. El Espíritu es la fuerza que reciben los apóstoles que los hace hombres nuevos, luchadores contra el mal, liberadores del pecado, para ir formando dentro del mundo la nueva creación.

El Espíritu es el primer fruto de la Pascua del Señor y el que da la plenitud. Fijémonos cómo Juan sitúa en la tarde de Pascua, en el primer encuentro de los discípulos con el Resucitado, la donación del Espíritu Santo, lo que Lucas ve realizado cincuenta días después en la Pascua granada. Anticipemos que para Pentecostés también leemos la primera parte del evangelio de hoy. Lo que hay que recordar es que el gran don del Resucitado es el Espíritu.

Este hecho merece ser resaltado especialmente en este año, por cuanto en el camino de preparación hacia el tercer milenio tenemos presente de un modo particular al Espíritu Santo. Esta memoria del Espíritu, aliento de la nueva creación, ha de ser más intensa en el tiempo que transcurre entre la Pascua y Pentecostés, cuando celebramos y recordamos los sacramentos de la iniciación cristiana que, por obra del Espíritu, nos hace criaturas nuevas. Esto concuerda con la colecta de la misa de hoy en la que pedimos comprender mejor "la inestimable riqueza del bautismo que nos ha purificado, del espíritu que nos ha hecho renacer y de la sangre que nos ha redimido".

4. La misión pascual

En la Historia de la Salvación, quien recibe un don es porque se le confía una misión. No puede haber un don en vano. La donación del Espíritu por parte del Resucitado incluye la misión, como sucede también al final de los tres evangelios: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Los discípulos son enviados a continuar la misión del Hijo de Dios, muerto y resucitado, misión que éste recibió del Padre. El Espíritu hará efectiva esta misión para destruir el reino del pecado y de la muerte, desvaneciendo el pecado, haciendo una creación nueva, en la que resida la "paz" eternamente, la "paz" que es un don mesiánico por excelencia y que el Resucitado comunica también hoy, de entrada, a sus discípulos.

Nosotros, todos los creyentes, presididos por los sucesores de los apóstoles, continuamos esta misión. De acuerdo con todo esto pedimos, en esta octava de Pascua, que "la fuerza del sacramento pascual persevere siempre en nosotros" (poscomunión).

PERE LLABRÉS
MISA DOMINICAL 1998, 6, 19-20
www.mercaba.org

sábado, 10 de abril de 2010

JESÚS NOS PIDE IR POR EL MUNDO A ANUNCIAR EL EVANGELIO

¡Amor y paz!

Hoy concluimos la Octava de Pascua y Jesús, que siempre es fiel, a pesar de la actitud de incredulidad que observa en los suyos, se dirige a todos, apóstoles, discípulos, elegidos, y los confirma en la misión para la que los había llamado: ir por el mundo a anunciar el Evangelio de salvación…

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Sábado de la Octava de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 16,9-15.

Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron. En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado. Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”.

Comentario

a) Hoy leemos el final del evangelio de Marcos.

Desde luego, los apóstoles no están muy dispuestos a creer fácilmente la gran noticia de la resurrección de Jesús. Parece como si el evangelista quisiera subrayar esta incredulidad.
Primero es una mu jer, María Magdalena, la que les anuncia su encuentro con el Resucitado. Y no le creen. Luego son los dos de Emaús, y tampoco a ellos les dan crédito. Finalmente se aparece Jesús a los once, y les echa en cara su incredulidad.

La palabra final que les dirige es el envío misionero: «id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación».

b) También nosotros, los cristianos de hoy, hemos recibido el mismo encargo: predicad la buena noticia de Cristo Jesús por toda la tierra.

Pudiera ser que también nosotros, en alguna etapa de nuestra vida, sintiéramos dificultades en nuestra propia fe. A todos nos puede pasar lo que a los apóstoles, que tuvieron que recorrer un camino de maduración desde la incredulidad del principio hasta la convicción que luego mostraron ante el Sanedrín.

Ojalá tuviéramos la valentía de Pedro y Juan, y diéramos en todo momento testimonio vivencial de Cristo. Ojalá pudiéramos decir: «no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído». Para eso hace falta que hayamos tenido la experiencia del encuentro con el Resucitado.

La evangelización, el anuncio de la Buena Noticia de Cristo, ha sido siempre difícil. Desde la primera generación hay quien no quiere escuchar el anuncio de Cristo Resucitado, que comporta un estilo de vida especial y un evangelio que abarca toda la existencia y revoluciona los criterios familiares y sociales. Los profetas que osan dar el testimonio van a parar a la cárcel o a la muerte.

Pero la dificultad mayor no viene de fuera, sino de dentro. Si un cristiano no siente dentro la llama de la fe y no está lleno de la Pascua, no habla, no da testimonio. Mientras que cuando uno tiene la convicción interior no puede dejar de comunicarla. El que tiene una buena noticia no se la puede quedar para sí mismo. El río que lleva agua, la tiene que conducir hacia abajo, por más diques que le pongan. Lo peor es si el río está seco y no lleva agua: entonces no hace falta que le pongan diques, y no podrá dar origen a ningún pantano. Si el cristiano no tiene convicciones ni ha experimentado la presencia del Señor, entonces no hace falta ni que le amenacen: él mismo se callará porque no tiene ninguna noticia que comunicar.

Cada vez que celebramos la Eucaristía, después de haber escuchado la Palabra salvadora de Dios y haber recibido a Cristo mismo como alimento, tendríamos que salir a la vida -a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestra comunidad religiosa- con esta actitud misionera y decidida: aunque, como a la Magdalena o a los de Emaús, no nos crean. No por eso debemos perder la esperanza ni dejar de intentar hacer creíble nuestro testimonio de palabra y de obra en el mundo de hoy.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 37-39
www.mercaba.org

viernes, 9 de abril de 2010

CON CRISTO RESUCITADO VUELVE LA ESPERANZA

¡Amor y paz!

Desilusionados y tristes, los discípulos han vuelto a su antiguo oficio, el de pescadores. Entonces, se les aparece Jesús como señal de que todavía su proyecto sigue vigente, que es vital para todos los seres humanos y que su muerte no significó un fracaso, porque, como prometió, resucitó al tercer día.

La aparición de Jesús hace que la fe de sus discípulos renazca, recuperen el tiempo perdido y comiencen a pensar cómo se van a organizar nuevamente, dado que vida la están dedicando únicamente a la subsistencia.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la Octava de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 21,1-14.

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No". El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Comentario

a) Jesús se aparece a siete de sus apóstoles, que, invitados por Pedro -siempre líder- han vuelto a su ocupación anterior, la de pescadores.

Están en Galilea, en el lago de Tiberíades. Y a indicación de un Jesús a quien todavía no reconocen -siempre aparece que su presencia les resulta difícil de experimentar-, tienen una segunda pesca milagrosa, después de una noche en la que no habían cogido nada. El número de 153 peces no sabemos si tiene alguna intención simbólica, aunque no tiene mucha importancia. Unos recuerdan que este número es la suma de los primeros números, del l al l 7. Para otros, como san Jerónimo, este número era el de las especies de peces que se conocían en la antigüedad. En ambos casos podría indicar la plenitud mesiánica en Cristo.

Cuando en vida de Jesús tuvo lugar la primera pesca milagrosa, Pedro fue protagonista, reconociendo a Jesús como el Mesías y arrojándose a sus pies. Allí recibió la llamada a seguirle. Ahora es también él el más decidido en lanzarse al agua y acercarse a Jesús.
Es deliciosa la escena del almuerzo con pescado y pan preparado por Jesús al amanecer de aquel día. Después de que casi todos le abandonaran en su momento crítico de la cruz, y Pedro además le negara tan cobardemente, Jesús tiene con ellos detalles de amistad y perdón que llenaron de alegría a los discípulos.

b) Noche de trabajo infructuoso: pero con Jesús, pesca milagrosa. Nosotros también podemos tener noches malas y fracasos en nuestro trabajo, decepciones en nuestro camino. Podemos aprender la lección: cuando no estaba Jesús, los pescadores no lograron nada. Siguiendo su palabra, llenaron la barca.

Ese es el Cristo en quien creemos y a quien seguimos: el Resucitado que se nos aparece misteriosamente -en la Eucaristía, no nos prepara pan y pescado, sino que nos da su Cuerpo y su Sangre- hace eficaz nuestra jornada de pesca y nos invita a comer con él y a descansar junto a él. Podemos sentirnos contentos: «dichosos los invitados a la Cena del Señor».

Por una parte, esto nos invita a no perder nunca la esperanza ni dejarnos llevar del desaliento. Nuestras fuerzas serán escasas, pero en su nombre, con la fuerza del Señor, podemos mucho.

Pero, por otra parte, nos hace pensar que si fuéramos los unos para con los otros como Jesús: si ante el que trabaja sin gran fruto y tiene la tentación de echarlo todo a rodar, fuéramos tan humanos y amables como Él, si supiéramos improvisar un desayuno fraterno en ambiente de serenidad y amistad para el que viene cansado, si le dirigiéramos una palabra de interés y de ayuda, sería mucho más fácil seguir trabajando como cristianos o como apóstoles, a pesar de los fracasos o de las dificultades.

J. ALDAZÁBAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 34-36
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jueves, 8 de abril de 2010

‘¿POR QUÉ SE ALARMAN? ¿POR QUÉ DUDAN?’, PREGUNTA JESÚS

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy es continuación del de ayer. Aún muchos se rehúsan a creer que, al compartir el pan de la mesa y el Pan de la Eucaristía, Jesús se hace presente. Entonces Él se aparece a los Once, mostrándoles la autenticidad de su resurrección: come con ellos y luego les demuestra que las Escrituras han tenido cumplimiento en su pasión y resurrección y en la futura predicación de su obra a todos los pueblos. La realidad de muerte, frustración y desesperanza se convierte en gozo y alegría. Los mismos sentimientos que debemos transmitir al mundo hoy.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la Octava de Pascua.

(No olviden que en este blog --columna de la derecha, abajo-- pueden encontrar información sobre qué significa la Pascua. Como dice allí, un buen cristiano-católico debe estar en condiciones de dar razón de lo que cree).

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 24,35-48.

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.

Comentario

a) La escena del evangelio es también continuación de la de ayer. Los discípulos de Emaús cuentan a la comunidad lo que han experimentado en el encuentro con el Resucitado, al que han reconocido al partir el pan. Y en ese mismo momento se aparece Jesús, saludándoles con el deseo de la paz.

La duda y el miedo de los discípulos son evidentes. Jesús les tiene que calmar: «¿por qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?». Y les convence de su realidad comiendo con ellos.

El fruto de esta aparición es que «les abrió el entendimiento», explicándoles las Escrituras. En el AT ya Moisés, los profetas y los salmos habían anunciado lo que ahora estaba pasando. Como a los discípulos de Emaús en el camino, ahora Jesús les hace ver a todo el grupo la unidad del plan salvador de Dios. Las promesas se han cumplido. Y la muerte y resurrección del Mesías son el punto crucial de la historia de la salvación. No nos extraña que Pedro, en sus discursos, utilice la misma argumentación cuando se trata de oyentes que conocen el AT, y que centre su discurso en el acontecimiento pascual del Señor.

b) También nosotros podemos reconocer a Cristo en la fracción del pan eucarístico, en la Palabra bíblica y en la comunidad reunida. En las circunstancias más adversas y oscuras que se puedan dar -también nosotros muchas veces andamos desconcertados como aquellos discípulos- el Señor se hace nuestro compañero de camino y está cerca de nosotros. Aunque no le reconozcamos fácilmente. En más de una ocasión nos tendrá que decir: «¿Por qué te alarmas? ¿Por qué surgen dudas en tu interior?».

Tal vez también necesitemos como la primera comunidad una catequesis especial, y que se nos abra el entendimiento, para captar que en el camino mesiánico de Jesús, y también en el nuestro cristiano, entra la muerte y la resurrección, para la redención de todos. Ojalá cada Eucaristía sea una «aparición» del Resucitado a nuestra comunidad y a cada uno de nosotros, y después de haberle reconocido con los ojos de la fe en la Fracción del Pan y en la fuerza de su Palabra, salgamos de la celebración a dar testimonio de Cristo en la vida. A los apóstoles, la última palabra que les dirige es: «vosotros sois testigos de esto». Ya desde el principio se les dijo que eso de ser apóstoles era ser «testigos de la resurrección de Cristo» (Hch 1,22).

Entonces lo fueron los apóstoles, o los quinientos discípulos. Ahora, lo seguimos siendo nosotros en el mundo de hoy. Tal vez el anuncio de la resurrección de Cristo no nos llevará a la cárcel. Pero sí puede resultar incómodo en un mundo distraído y frío. Depende un poco de nosotros: si nuestro testimonio es vivencial y creíble, podemos influir a nuestro alrededor.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 30-33
www.mercaba.org