sábado, 15 de agosto de 2009

¡BENDITA ERES, MARÍA, ENTRE TODAS LAS MUJERES!

¡Amor y paz!

Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Es un reconocimiento a la Madre de Jesús y Madre nuestra y una invitación a imitar sus virtudes: primero, las que llamamos teologales, esto es, la fe, la esperanza y la caridad y, junto a ellas, la humildad y la generosidad que ella demostró en su vida.

Que Ella intereceda por nosotros ante su divino Hijo...

Lucas 1, 39-56

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!Y dijo María: Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia- como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos. María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Reflexión

La solemnidad de la Asunción nos alegra de un modo muy íntimo: una de nosotros, hija de Adán y de Eva, está ya, para siempre, con Dios. Desde el cielo, nos acompaña con su cariño de Madre, nos cuida como a hijos pequeños y necesitados.

¿Por qué ha triunfado la Virgen? Porque puso en Dios toda su fe y su esperanza. Porque toda su vida fue un acoger la bendición de Dios, como vemos en el canto del “Magnificat”.

¿Por qué María es grande? Su grandeza está en su humildad: se ha hecho la “esclava del Señor”. Dios la ha predestinado, la ha elegido, la ha hecho un instrumento dócil y alegre para que pueda iniciar la gran obra de nuestra salvación: la Encarnación de Cristo.

La solemnidad de la Asunción nos permite mirar al cielo con un cariño especial. Allí están Cristo y su Madre. Todos los hombres somos conocidos, somos esperados, somos ayudados en el camino de la vida.

No es fácil vivir sin el amparo de una madre. María nos precede y nos acompaña. Nos indica el sendero, el modo de dar un sí a Dios sin límites, sin temores, sin tacañerías. Dios lo merece todo, y quien se da a Dios recibe el ciento por uno.

María está ahora en los cielos porque reconoció y aceptó la acción de Dios sobre su vida. Nos toca a nosotros seguir su ejemplo. Si lo hacemos, el mundo será un poco mejor y un poco más feliz, y cada uno de nuestros pasos nos acercará hacia la meta eterna.

Autor: P. Fernando Pascual LC Fuente: Catholic.net