martes, 23 de julio de 2013

La gran familia de Jesús es la que cumple la voluntad de Dios

¡Amor y paz!

Jesús destaca hoy un nuevo concepto de familia, la de los hijos de Dios, que trascienden los lazos de sangre y parentela, y se deben caracterizar porque hacen la voluntad del Padre.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XVI Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 12,46-50.  
Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte". Jesús le respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre". 
 Comentario

Las discusiones de Jesús de Mt 11-12 han puesto de relieve la profundidad del cuestionamiento que produce el Reino de Dios en todo hombre. El rechazo del Reino por parte de los fariseos se ha hecho en presencia de la multitud. A ella mencionada discretamente en esos capítulos (11, 7; 12, 15. 23. 46), Jesús se dirige ahora para invitarlas al discipulado y al seguimiento.

En el v. 46 se da noticias de la presentación de la madre y de los hermanos de Jesús. Con este último término se designa una realidad amplia que puede englobar la pertenencia a la misma familia, pero también el parentesco entre los miembros de un clan o de una tribu. Más importante que la determinación del grado de lazos familiares, adquiere relevancia la indicación del texto el lugar donde están situados (“fuera”) y desde el que pretenden hablar con Jesús. 

Ante el aviso de su presencia Jesús pone de relieve la ruptura que el Reino de los cielos introduce en las relaciones humanas en general y de parentela en particular. Primeramente (v. 48b) pregunta sobre los sujetos con quienes lo ligan lazos familiares. Estos no son los que se hallan “fuera” sino los que se encuentran con Él, a los que puede señalar con la mano, “los discípulos” (v. 49). Frente a la familia de sangre se presenta la verdadera familia. De esta forma Jesús señala que el vínculo de sangre derivado de la pertenencia a un mismo hogar, clan o pueblo debe ceder ante otro tipo de vínculo: el que surge del discipulado y del seguimiento.

Este nuevo vínculo es circunscrito y definido en el v. 50. Se realiza en torno al Padre del cielo que es capaz de crear un nuevo tipo de unidad familiar. Esta nueva unidad surge de la participación en el mismo querer del Padre, en la asimilación del propio designio al designio divino.

Para pertenecer a la familia de Jesús es necesario colocar como centro de las preocupaciones de la vida la voluntad del Padre. Se trata por tanto, de la constitución de una nueva familia universal que trasciende los lazos de sangre y parentela. Y dicha comunidad universal de hermanos, hermanas, madre, le ha sido dada a Jesús por el Padre del cielo.

Este es el lazo familiar que debe predominar en la existencia del discípulo y en cada una de las personas de la multitud a la que se hace una invitación para incorporarse a esta nueva familia. La nueva familia de Jesús se realiza en todos aquellos que colocan por encima de todo el beneplácito del Padre, realizado en Jesús y en su mensaje.

Reconocer a Jesús, el Servidor que implanta el derecho para todos y responde a las esperanzas de todo hombre (12, 18.21), posibilita formar parte de la comunidad de pequeños que constituye la verdadera familia de Jesús y poder descubrir de esta forma el verdadero rostro de Dios escondido humildemente en la historia de los hombres.

La invitación dirigida trasciende la presencia histórica de Jesús y se dirige a todo hombre a lo largo del tiempo. El Señor, el Dios con nosotros, sigue dirigiéndola a todo aquel que está dispuesto a compartir su suerte y, de esa forma, entrar en la comunión divina y asumir gozosamente sus exigencias.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica) (2002).