miércoles, 17 de abril de 2013

«Yo no rechazaré al que venga a mí», dice Jesús

¡Amor y paz!

Definitivamente la calidad de un católico se puede medir a partir de  su actitud ante la Eucaristía. Los hay de misa diaria o dominical, o de misa de vez en cuando. Hay quienes saben qué significa la misa, unos que lo saben a medias y otros que definitivamente participan por tradición, pero no entienden qué se celebra allí.

En la Eucaristía se celebra el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús, esto es, el misterio central de nuestra fe. El Papa Juan Pablo II dijo en su encíclica "Ecclesia de Eucharistia" (2003):‘El sacrificio eucarístico, "fuente y cima de toda la vida cristiana", engloba todo bien espiritual de la Iglesia, y el sacerdote “hace sacramentalmente presente en cada Misa el cuerpo "entregado" y la sangre "derramada" (por Cristo) para la salvación del mundo”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 3ª. Semana de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 6,35-40. 
Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed. Sin embargo, como ya les dije, ustedes se niegan a creer aun después de haber visto. Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí, porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Sí, ésta es la decisión de mi Padre: toda persona que al contemplar al Hijo crea en él, tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»
Comentario

a) El «discurso del Pan de la vida» que Jesús dirige a sus oyentes el día siguiente a la multiplicación de los panes, en la sinagoga de Cafarnaúm, entra en su desarrollo decisivo. Esta catequesis de Jesús tiene dos partes muy claras: una que habla de la fe en él, y otra de la Eucaristía. En la primera afirma «yo soy el Pan de vida»: en la segunda dirá «yo daré el Pan de vida». Ambas están íntimamente relacionadas, y forman parte de la gran página de catequesis que el evangelista nos ofrece en torno al tema del pan.

Hoy leemos la primera. Repetimos la última frase de ayer, el v. 35: «yo soy el pan de vida», que es el inicio de este apartado, que tiene como contenido la fe en Jesús. Se nota en seguida, porque los verbos que emplea son «el que viene a mí», «el que cree en mí», «el que ve al Hijo y cree en él». Se trata de creer en el enviado de Dios. Aquí se llama Pan a Cristo no en un sentido directamente eucarístico, sino más metafórico: a una humanidad hambrienta, Dios le envía a su Hijo como el verdadero Pan que le saciará.

Como también se lo envía como la Luz, o como el Pastor. Luego pasará a una perspectiva más claramente eucarística, con los verbos «comer» y «beber».

El efecto del creer en Jesús es claro: el que crea en él «no pasará hambre», «no se perderá», «lo resucitaré el último día», «tendrá vida eterna».

b) La presentación de Jesús por parte del evangelista también nos está diciendo a nosotros que necesitamos la fe como preparación a la Eucaristía. Somos invitados a creer en él, antes de comerle sacramentalmente.

Ver, venir, creer: para que nuestra Eucaristía sea fructuosa, antes tenemos que entrar en esta dinámica de aceptación de Cristo, de adhesión a su forma de vida. Por eso es muy bueno que en cada misa, antes de tomar parte en «la mesa de la Eucaristía», comiendo y bebiendo el Pan y el Vino que Cristo nos ofrece, seamos invitados a recibirle y a comulgar con él en «La mesa de la Palabra», escuchando las lecturas bíblicas y aceptando como criterios de vida los de Dios.

El que nos prepara a «comer» y «beber» con fruto el alimento eucarístico es el mismo Cristo, que se nos da primero como Palabra viviente de Dios, para que «veamos», «vengamos» y «creamos» en él. Así es como tendremos vida en nosotros. Es como cuando los discípulos de Emaús le reconocieron en la fracción del pan, pero reconocieron que ya «ardía su corazón cuando les explicaba las Escrituras».

La Eucaristía tiene pleno sentido cuando se celebra en la fe y desde la fe. A su vez, la fe llega a su sentido pleno cuando desemboca en la Eucaristía. Y ambas deben conducir a la vida según Cristo. Creer en Cristo. Comer a Cristo. Vivir como Cristo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 68-70