jueves, 2 de agosto de 2012

Muchos dicen sí al Reino de Dios, pero no todos son dignos

¡Amor y paz!

Las redes de los pescadores pueden atrapar cualquier clase de peces. Así es el Reino. Atrae por igual a gente honesta con buenos propósitos y a gente manipuladora y oportunista. Sin embargo, la lógica misma del Reino hace que unos se diferencien radicalmente de los otros.

Muchos discípulos de Jesús lo siguieron con aparente fidelidad, pero ocultaban oscuros intereses. A lo largo del camino fueron manifestando sus verdaderas intenciones. Se vestían con el manto del servicio a Dios para servir a sus propias ambiciones. Jesús les anuncia la inevitable fuerza que tiene el Reino para descubrirlos y separarlos de la auténtica comunidad. Al final, Dios les servirá de lo mismo que han cultivado.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XVII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 13,47-53.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.
Comentario

La invitación a formar parte del Reino es para todos. En la red de pesca entran libremente todos los peces que quieran; igualmente, en principio, todos los hombres y mujeres están en capacidad de aceptar la propuesta de Jesús, pero cada uno entra o se excluye libremente. La primera selección depende de la libertad humana. No todos los que aceptan pertenecer al Reino son dignos de él, porque no cumplen con los requisitos o las exigencias. Se necesita entonces una segunda selección que debe hacer Dios, ya que es El quien hace la invitación y quien coloca las exigencias. Una vez que la red está llena de peces es necesario traerla a la orilla: esto significa soportar, cargar, sobrellevar, tolerar hasta que llegue el momento oportuno para la selección.

Si no hay una verdadera intención de cambiar, de nada nos sirve decir que aceptamos las enseñanzas de Jesús. Hay muchos hombres y mujeres que han aceptado la propuesta de Jesús, el hecho de vivir una fe común y tener que caminar con los demás nos ayuda a volvernos más tolerantes, a tener paciencia para no echar a perder a aquellos que no llevan nuestro propio ritmo. Tener una misma fe no significa que debamos vivir un mismo estilo de vida: en la red quedaron atrapados toda clase de peces cada uno con sus diferencias individuales, y aunque estaban en la misma red, se hizo necesaria una última selección. La vida cristiana no es de uniformidad sino de unidad en la diversidad.

También coloca Jesús la comparación del escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos que es como el dueño de la casa que sabe aprovechar lo nuevo y lo viejo. Tenemos la tentación de rechazar lo viejo porque es viejo y de aceptar lo novedoso. La sabiduría está precisamente en saber aprovechar todo aquello que nos ayude a nuestro crecimiento interior, sea que lo encontremos en lo antiguo o en lo nuevo, lo que debemos evitar son los absolutismos que nos hacen demasiado daño y nos vuelven intolerantes.

Servicio Bíblico Latinoamericano