jueves, 19 de julio de 2012

Acudamos a Jesús los afligidos y agobiados: Él nos aliviará

¡Amor y paz!

Jesús piensa en los que ocupan el primer lugar en su corazón y en su preocupación: los  humildes, los desvalidos, los que sufren, los excluidos, los incomprendidos, los enfermos, los pobres, los tristes... La lista es larga, pero la misericordia del Señor es infinita…

“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, dice Jesús, en la continuación del Evangelio de ayer.  Y como una interpretación de sus palabras, se recuerdan las de San Francisco en la Oración por la Paz:

“Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar”.

O la oración de la beata Teresa de Calcuta, que ojalá hagamos nuestra:

“Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado…”

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,28-30.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". 
Comentario

Para ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseñó el modo de orar y también nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes de corazón. Pero no llegaremos a ser nada de eso a menos que conozcamos lo que es el silencio. La humildad y la oración se desarrollan de un oído, de una mente y de una lengua que han vivido en silencio con Dios, porque en el silencio del corazón es donde habla Él.

Impongámonos realmente el trabajo de aprender la lección de la santidad de Jesús, cuyo corazón era manso y humilde. La primera lección de ese corazón es un examen de conciencia; el resto, el amor y el servicio, lo siguen inmediatamente.

El examen no es un trabajo que hacemos solos, sino en compañía de Jesús. No debemos perder el tiempo dando inútiles miradas a nuestras miserias sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos ilumine.
   
Si la persona es humilde nada la perturbará, ni la alabanza ni la ignominia, porque se conoce, sabe quién es. Si la acusan no se desalentará; si alguien la llama santa no se pondrá sobre un pedestal. Si eres santo dale gracias a Dios; si eres pecador, no sigas siéndolo.

Cristo nos dice que aspiremos muy alto, no para ser como Abraham o David ni ninguno de los santos, sino para ser como nuestro padre celestial. No me elegisteis vosotros a Mí, fui Yo quien os eligió a vosotros... (Juan 15:16) 

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
El amor más grande p. 23 (trad.”formarse”)
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