martes, 20 de marzo de 2012

Cuaresma, oportunidad para purificarse


¡Amor y paz!

En el evangelio de hoy, san Juan nos presenta a Jesús realizando un "signo", un milagro, en sábado; no únicamente por motivos humanitarios, sino porque Él viene a salvar, porque se presenta como liberador (el sábado estaba consagrado al recuerdo de la liberación de Egipto: Dt 5. 12-15).

Concretamente su liberación consiste en emancipar al hombre de las prácticas formalistas y elevarlo por encima de los avatares de la vida. Liberación que se adquiere no por medios mágicos, como el correr del agua, sino mediante un encuentro personal con el Señor. (Misa Dominical 1990/07).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 4ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 5,1-16.
Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. . Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.  
Comentario

Habréis observado que en este martes de Cuaresma se hace referencia constante a la presencia del agua. Del Templo de Jerusalén, lugar de la presencia del Dios de la Alianza, mana un torrente vigoroso de agua. Cubre y empapa cuanto encuentra, dejando a su paso fertilidad y vida. Todo un simbolismo de purificación transformadora, que el pueblo israelita consideraba como presencia y bendición de Dios. El detalle de que el “agua discurría por el lado derecho del templo”, los Apóstoles y los primeros discípulos lo interpretaron como preaununcio de la sangre y el agua que manaron del costado del Crucificado, fuente fecunda del Sacramento del bautismo.

“Había junto a la piscina de Betsada un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús le dice: ¿Quieres quedar sano? Levántate, toma tu camilla y échate a andar. Y al momento el hombre quedó sano”.
Como buen israelita, el hombre enfermo se había acercado a la piscina en busca de salud. Estaba convencido de la fuerza sanadora y purificadora del agua, por la acción de Dios. Jesús se acercó al enfermo a quien nadie ayudaba. Jesús sí deseaba ayudarle de verdad. Más aún, quería revelarle y revelarnos que Él era la “fuente de la salvación” capaz de curar al ser humano entero. El hombre enfermo creyó en el Señor y se dejó ayudar por Él. Fue entonces cuando recobró la salud corporal y la espiritual. Por eso se puso en camino con ilusión y con alegría.

Cuaresma, oportunidad maravillosa de gracia, de purificación. Tiempo especial de encuentro con la salvación de Dios. A los cristianos no nos está permitido “echar en saco roto esta gracia”. Necesitamos que Jesús nos cure y compartir nuestra vida purificada con quienes esperan nuestra ayuda. Esa es la mejor contraseña para anunciar “que ha sido Jesús quien a sanado nuestra vida enferma”.

Dominicos 2004