miércoles, 9 de noviembre de 2011

Respetemos nuestro cuerpo: es templo del Espíritu de Dios

¡Amor y paz!

Hoy celebramos la Dedicación de la Basílica de Letrán. Erigida por el emperador Constantino, hacia al año 324, es la primera en dignidad de las iglesias de Occidente, porque se trata de la catedral del Papa en Roma. Ella es la "mater omnium ecclesiarum" (madre de todas las demás iglesias), pues de ella no sólo han nacido nuevos cristianos por el bautismo, sino más bien porque debe engendrar a otras Iglesias y comunidades con dedicación misionera. (Vea la foto de esa Catedral en la parte inferior de este blog).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Juan 2,13-22.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén  y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".  Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. 
Comentario

Es una fiesta que nos invita a valorar nuestras iglesias -más antiguas y más modernas, más grandes o más pequeñas- pero que, sobre todo, nos invita a valorar que "el templo de Dios" no son los edificios sino Jesucristo y los hombres.

El templo de Dios es Jesucristo y el hombre.

Porque es realmente sorprendente que las lecturas que hoy hemos escuchado no nos hablan tanto de los edificios, de los templos materiales, como de los hombres. De los hombres que son -para los cristianos- el auténtico templo de Dios, es decir, el lugar de la presencia de Dios. En primer lugar, el Hijo del Hombre, Jesucristo; pero también cada cristiano, cada hombre.

En las antiguas religiones el templo era con frecuencia el lugar sagrado donde Dios o los dioses se hacían presentes. En el cristianismo ya no es así. Dios se manifestó, se hizo presente en el hombre Jesús de Nazaret, su Hijo. Por esto, en el evangelio, hemos escuchado cómo Jesús se atreve a decir que él es el "santuario", el "templo" de Dios. Es decir, donde Dios se manifiesta, actúa y habla. Y por esto san Pablo nos ha dicho que también todos nosotros somos templo de Dios, construido sobre el cimiento de JC (sobre la fe en JC): "¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él: porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros".

Consecuencias para nosotros.

De estas afirmaciones de la palabra de Dios podríamos sacar dos conclusiones: la primera referente a JC; la segunda referente a nosotros.

Decir que Jesucristo es el Templo de Dios significa creer que en él se manifestó Dios. El Dios que -como dice el evangelio de Juan- nadie vio jamás, nos fue revelado por JC. Y esto significa que todos los que nos llamamos cristianos no podemos hacernos nuestro "dios" a imagen y semejanza nuestra, según nuestros criterios y modos de actuar, sino según lo que nos dice JC. Podríamos decir que cristiano no es tanto aquel hombre o mujer "que va a la iglesia" o "que va a misa" sino aquel que vive, cada día, en todas partes, como discípulo de JC, intentando vivir -a pesar del pecado que todos tenemos- como nos enseñó JC. Porque solamente El es el camino de vida, el camino de verdad. Solamente en El conocemos al Dios verdadero, no el "dios" que nos hacemos nosotros.

La segunda conclusión se refiere a cada hombre. A cada uno de nosotros y a cada uno de los hombres. Todos estamos llamados a ser "templo de Dios". Mejor dicho, para Dios, lo somos todos. De lo que se deduce que todo hombre merece respeto, estimación, valoración. "Si alguno destruye el templo de Dios -nos ha dicho san Pablo, repitámoslo-, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros".

Lo cual significa que cada hombre y cada mujer es sagrado. No puede ser convertido por nosotros en alguien a quien consideramos como esclavo o servidor nuestro, en alguien a quien no sabemos perdonar, comprender, ayudar. Ningún hombre puede ser considerado solamente como un instrumento, un productor o un objeto de placer para nosotros. Cada hombre y cada mujer, sea barrendero o artista de cine, sea gobernante o un obrero sin trabajo, sea viejo o niño, sea un ejecutivo triunfante o un minusválido, sea una mujer llena de belleza o una mujer fea, sea un policía o un terrorista, todos siempre a pesar de todo son "sagrados", son templo de Dios. Merecedores de todo amor, de todo respeto, de toda comprensión.

Nuestras iglesias.

Sin embargo, antes de terminar, permitidme que diga algo sobre nuestras iglesias, estos edificios en que nos reunimos para orar, para celebrar la fe en JC. Ya hemos dicho que no son lo más importante -que lo más importante es JC y cada hombre, pero también son importantes nuestras iglesias. Y la fiesta de hoy nos lo recuerda.

Son importantes porque son signo de la Iglesia, de la comunidad cristiana. Y porque las necesitamos como lugar de reunión, de celebración. Tenemos el ejemplo de siglos anteriores, del pueblo cristiano que hace siglos dedicó un gran esfuerzo a la construcción de iglesias en las que se expresaba la fe. No porque fueran iglesias ricas, sino iglesias bellas, muchas de ellas obras de arte popular.

Quizá no sea ahora el momento de construir grandes iglesias. Pero sí las necesarias. Y, sobre todo, de sentirnos todos los cristianos responsables de la conservación y mejora de nuestras iglesias. Porque, de algún modo, son nuestra casa, la casa de nuestra comunidad cristiana. De la que todos debemos sentirnos responsables.

JOAQUIM GOMIS
MISA DOMINICAL 1980/21