domingo, 30 de octubre de 2011

Jesús nos recuerda que todos somos hermanos


¡Amor y paz!

Ayer, Lucas hacía énfasis en las palabras de Jesús en favor de la humildad. Hoy domingo, es Mateo el que nos reitera ese mensaje. En realidad, el discípulo de Jesús, consciente de su debilidad y de que la verdadera y plena soberanía radica en Dios uno y trino, ha de de evitar las actitudes de los fariseos: predicar y no aplicar; dejarse llevar por la soberbia del saber, del tener o del poder, y buscar ser servido, en lugar de servir.

Por el contrario, hay que reconocer, como lo afirma Jesús hoy en el Evangelio, y lo pregona siempre el Movimiento Fratres, que todos nosotros somos hermanos y que nos debemos comportar como tales.

Ojalá, después de leer el Evangelio y el comentario, digamos con fe y confianza la siguiente oración:

No nos abandones en la tentación.
No nos dejes expuestos al placer,
ni al consumo, ni a la pura ciencia,
ni a los valores dominantes, ni al cansancio,
ni al aburguesamiento que traen los años,
ni a la autosuficiencia, ni al fariseísmo,
ni al engaño propio, ni al olvido de ti.
Somos débiles, aunque a veces
no nos lo creamos nosotros mismos.
Líbranos del mal,
de la ceguera y del endurecimiento de corazón,
de la instalación y del cambio de calle,
cuando apareces tú en la otra esquina.
(Eucaristía 1990/51)

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo XXXI del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 23,1-12.
"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;  ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente.  En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
 Comentario

Tras cinco domingos consecutivos de confrontación con las dos principales corrientes religiosas judías, Mateo nos presenta hoy a Jesús atacando frontalmente a la más arraigada y popular de esas corrientes, la farisea. Para ello ha convocado al auditorio más amplio posible: a la muchedumbre y a los discípulos. Quiere resaltar así la importancia del ataque.

Este comienza con la constatación de una situación: la ocupación de la cátedra-de-Moisés por letrados y fariseos. La cátedra de Moisés no es ninguna expresión figurada, sino el nombre del mueble desde donde se explicaba la escritura en la sinagoga. La cátedra de Moisés es el lugar autorizado y autoritativo de información y de formación. El ataque es muy simple: desfase entre enseñanza y actuación. Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen.

Tres situaciones ponen de manifiesto ese desfase: no hacer lo que se dice; imponer cargas sin ayudar a llevarlas; actuar para la galería. Esta tercera situación es, a su vez, explicada con unos ejemplos, cuatro en concreto: uso ostentoso de filacterias y flecos; presencia en lugares preferentes; afán de notoriedad; "titulitis".

Las filacterias eran trozo de piel o pergamino con textos de la Escritura, que se colocaban en la frente y en los brazos durante la oración. En la actualidad son una especie de chales de los que cuelgan unas tiras con textos escritos. Los flecos o franjas del manto se remontan a Núm. 15, 38-41 e iban cosidos con hilo violeta. Su finalidad era la de servir de recordatorio de los mandamientos del Señor.

El cuarto de los ejemplos, al que he denominado "titulitis", da pie a Mateo para desarrollar por contraposición el talante que debe reinar en el interior de la comunidad cristiana: fraternidad, servicio a los demás y sencillez.

En la dinámica que Mateo ha imprimido a su evangelio el texto de hoy se veía venir. Pero una vez más debemos guardarnos de ver en él una finalidad exclusivamente de reproducción de un conflicto de Jesús con sus contemporáneos religiosos. Los conflictos de Jesús están reproducidos primordialmente por su valor de ejemplaridad para el futuro. Las situaciones y casos denunciados son situaciones y casos de hoy, dentro de los ambientes religiosos, y en particular, los ambientes doctos, pues a éstos es a los que el texto ataca.

También hoy, por ejemplo, existe un gusto especial, aunque inconfesado, en ser llamado "doctor". De labios de sabios doctores eclesiásticos universitarios he escuchado personalmente el siguiente consejo: "lo importante es entrar". 

¡Alguno de estos sabios es en la actualidad...! Es muy fácil ser como los letrados y fariseos contemporáneos de Jesús. Lo es hasta tal punto que casi resulta inevitable. De ahí la dificultad de llevar a la práctica el talante cristiano propugnado en la última parte del texto.

Cada uno de los términos de la trilogía cristiana propuesta aclara y depura el sentido del anterior. La fraternidad sólo es tal en la medida en que sea servicio y entrega; el servicio a su vez, sólo es auténtico en la medida en que se haga con espontánea sencillez. En la coyuntura actual el magisterio verbal no tiene nada que decir si no parte de la fraternidad del maestro a través de un arrimar el hombro con sencillez.

El texto de hoy remite inevitablemente a /Mt/11/25-30. En contraste con los maestros, encontramos en él el tipo de maestro y de guía que es Jesús. "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde. Mi yugo es llevadero y mi carga ligera". A diferencia de los expertos, Jesús es un guía que camina por delante con el yugo que impone. El experto instrumentaliza el saber desde un estar situado; Jesús adopta una posición vital, integradora de teoría y práctica.

A. BENITO
DABAR 1990/54