martes, 5 de octubre de 2010

¡Gracias te damos, oh Dios, por tu inmensa bondad!

¡Amor y paz!

Hoy celebramos litúrgicamente una jornada de acción de gracias a Dios por los favores que nos ha hecho. Es un reconocimiento de hijos agradecidos a nuestro Padre celestial.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes en que la Iglesia celebra las Témporas de Oración de Acción de Gracias.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 7,7-11.

Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!

Comentario

Señor, gracias, por nuestra vida.
Señor , gracias, por la ilusión.
Y gracias, por la esperanza que anida en el corazón.

Sea para ti, Señor, la gloria,
para ti el esplendor, la majestad.
Canten su acción gracias cielo y tierra, por ser obra de tu amor.

Las témporas son días en que la Iglesia convida a sus fieles a ser agradecidos: agradecidos al Dios de la vida, de las cosechas, del trabajo, de las viñas, de la fecundidad ...

No hay cosa más propia de unas criaturas que agradecer, admiradas, todo lo positivo que contemplan sus ojos: las mieses, los hijos, la cultura, la familia, la paz, la vida; y, al mismo tiempo, nada más propio que elevar la súplica del pobre y desvalido, para nunca falte lo necesario a los hermanos que sufren, lloran, pasan hambre...

Todas las religiones, de una u otra forma, han querido tener propicios a sus dioses, y por ello les han ofrecido sus pequeños dones, e incluso a veces sacrificios de víctimas cruentas.

Nosotros, cristianos, que hemos conocido el rostro amable de Dios Padre en su Hijo encarnado, hagamos la ofrenda de nosotros mismos comprometiéndonos en fidelidad, a través de la liturgia de alabanza, adoración y súplica. Pongamos cada uno en el platillo de la ofrenda todos aquellos motivos por los que nos inclinamos, reverentes, a proclamarle Señor, Padre y Rey, y depositemos en el otro las miserias de nuestras ingratitudes pasadas para que Él las queme en la hoguera de su amor misericordioso.

ORACIÓN:

Te damos gracias, de todo corazón, porque eres bueno; porque eres Padre; porque tienes entrañas colmadas de piedad; porque nos das el agua y la sed, el hambre y el pan, el trabajo duro y la cosecha que lo premia, la gracia de ser leales y el perdón por no serlo. Quédate siempre con nosotros y déjanos sentir tu presencia. Amén.

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